En la casa de Melina, todo es comienzo. Está sola. Ya se fueron todos a realizar sus respectivas actividades, y ella, inevitablemente, debe empezar con su rutina; como siempre no hay escape. Primero los platos del desayuno, en la cocina, después las habitaciones, más tarde el living comedor, y así sucesivamente, como siempre.
El sonido del timbre le produjo un sobresalto cuando se disponía a sumergir sus manos en el agua con jabón. Se preguntó quién podría ser a esa hora, jamás la visitaba nadie, menos por la mañana; ¿quién la salvaría de su letargo?
—Buenos días señora, disculpe la molestia. Mi nombre es Pablo, y vengo a darle la solución de su vida: la Aspiradora que limpia sola. Prácticamente ni tendrá que conducirla—. Comenzó el desconocido, sin permitir una defensa si quiera.
Melina pensó en deshacerse de aquel vendedor molesto, pero decidió que esa vez no sería así. En contra de como había obrado toda su vida, en contra de lo que hubiera hecho en otro momento, pensó en darle una oportunidad al pobre muchacho, desesperado por vender, y tambien en darse una oportunidad de cambio a sí misma.
—Te escucho Pablo, ¿qué me podes ofrecer?
De ese modo, con el campo abierto para explayarse Pablo comenzó su discurso, alternando con la demostración del uso de la Aspiradora.
En cierto punto, Pablo derramó distintos tipos de suciedad sobre la alfombra y se dispuso obviamente a Aspirar, claro que allí ésta no funcionó: —Nunca me pasó— dijo inmediatamente, y ambos iniciaron la averiguación del defecto de la aspiradora. Apretaron distintos botones, leyeron el manual, observaron cada tubito; hasta el hartazgo intentaron. Finalmente Pablo recordó que quizás debía vaciar la bolsa, y así lo hizo. Luego de haber eliminado cada mota de polvo, porque esa maldita Aspiradora no le iba a ganar, presionó el botón de MAXIMA POTENCIA, y accionó la máquina...
Apretada, en total oscuridad, sin poder respirar bien, y lo más aterrador, sin poder saber adonde se encontraba.
Pablo juntó su equipo, cerró la puerta y se fue. Tocó el timbre de la puerta de al lado. Cristina rogó que la salvaran de su rutina.
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