05/10/15



Talvez la influencia de los otros, de la gente, sea lo que en realidad haga suceder cosas como las que me han pasado a mí, y a muchos otros, y no la presunta habilidad de adivinar el futuro. De ser así, sería entonces culpa de la gente que yo sea lo que soy; pero entonces estaría afirmando, de algún modo, que soy un ser sin voluntad que se deja guiar por las aguas del quedirán y, la verdad, no lo creo así. Ahora, después de todo el tiempo que ha pasado, de todo el tiempo que he vivido a la espera de la noche para poder salir a hacer lo que hago todas las noches, me digo siempre, que lo hago porque escogí hacerlo. Me digo eso todas las noches tratando de legitimar mi condición. De hacerme creíble a mí mismo. Tratando de que mi vida sea mi vida, la que escogí, la que quiero vivir y no la que me auguraron todos aquellos que adivinaron mi vida, mucho antes, de que comenzara a vivirla, antes de que pensara que la viviría.

Ocho años han pasado desde que dejé de intentar cosas vanas para alejarme del que, en el fondo, siempre he sido ¡y cómo cambiaron las cosas! :

Una tarde decidí salir y no negarme a nada de lo que me dijeran, a nada de lo que me preguntaran, a nada de lo que me propusieran; me dijeron tantas cosas, me preguntaron tanto, y me propusieron muy poco... Que de dónde sos; bogotano, fue la respuesta... Que qué hacés; trabajo, dije... Que en qué trabajás, en todo... Que me expliqués eso, sí, hago muchas cosas... Muy interesante... No. Para nada, respondí... Cinco minutos de un diálogo sin sentido y la pregunta del millón: ¿Querés tirar conmigo?

Desde ese día toda mi vida quedó atrás. Atrás el niño bueno que no dice groserías, que las señoras quieren tanto, que a las chicas no llama la atención y que los chicos no quieren para sus juegos. Atrás quedó el que iba de gancho con su abuela a misa, incluso, el primero de enero a las siete de la mañana. Atrás el que no llegaba tarde a casa para no preocupar a sus padres... atrás toda una vida de prejuicios, de miedos, de dolores que fueron míos y de nadie más. Toda una vida dejé atrás ese día, y vi, frente a mis ojos, un nuevo comenzar, la puerta a una nueva vida, que no era mejor que la anterior, pero que fue la que elegí, ese día. Una vida que era la que desde siempre quise, aun sin saberlo, una vida que de la que ya había oído, que me fue augurada desde los años más primarios de mi vida...

Todo quedó atrás ese día. Comencé otra vida. Una vida que muy pocas veces me ha hecho feliz, que se muestra más dura a medida que pasan los días y con ellos los años, que es la que escogí. La que quise vivir. Mi vida.

A la noche llegué a mi casa y tomé mis libros de texto y los tiré a la basura. Quemé todas las cartas que me habían enviado, las que había escrito y nunca envié, las fotos en las que estaba en los lugares que había visitado, tarjetas de felicitación, y cuanta cosa encontré que se pudiera quemar fácilmente. Llené en una pequeña maleta algo de ropa y dinero... lloré... y salí sin que nadie se diera cuenta... no escribí nada... ni una carta de despedida, ni un no me busquen, o un me voy. Nada... me declaré muerto ese día. Nunca nadie sabría lo que había pasado conmigo. Esa era la idea... aunque algún tiempo después pensé que no era justo con nadie desaparecer así nada más, así que escribí a mi casa, a decirles que estaba bien, lo cual era falso, que no me buscaran, que iba a hacer otra vida, que me perdonaran... que había decido dar rienda a mis instintos, a mi naturaleza perversa y reprimida por tanto tiempo, que nunca me iban a encontrar, como ha pasado efectivamente.

Pasé la noche en un horrible hotel. Durmiendo por instantes, despertándome sobresaltado, con miedo y con frío.

A la mañana me sentí resucitado, sentí haber despertado tras años de profundo sueño... ¡Era libre! ¡Libre!

¿Libre para qué? Fue lo que me pregunté inmediatamente después... ¡para hacer lo que quieras! Fue la respuesta...