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Los talentos.

La fábrica estaba llena de muñecas, todas muy bonitas, algunas de cabellos claros y ojos grandes, otras de tez blanca y pelo oscuro, cada una diferente, pero todas muñecas al fin y al cabo.

El dueño de la fabrica las quería a todas por igual, excepto a una, que era su preferida. Ésta había sido la primera que él había hecho y le tenía un afecto especial, pensaba que era su obra maestra. La muñeca tenía el rostro pintado a mano, con las mejillas coloradas, su boca era pequeña y delicada, el cabello era cobrizo como el de un caballo, las manos y los pies eran pequeños, como toda una señorita, su piel era blanca y tenía algunas pecas.

Como la había hecho tan talentosa decidió darle vida, así que la muñeca se convirtió en una mujer de ojos ávidos y claros, aguda y risueña, muy buena cocinera. También gustaba de las labores manuales, de bordar y tejer, amaba hacer castillos de arena junto a él, coleccionar piedras e ir de excursión. Ella se había convertido en la compañía que siempre había deseado. Gozaban de las interminables conversaciones y de las buenas bromas, todo marchaba bien.

Él creía amarla más que a nada, sentía que era inmensamente feliz junto a ella. Después de un tiempo, el pensó que era mejor abandonar la fábrica e irse a vivir a las montañas junto a su amada. Así que lo hizo, dejando todo a cargo de un conocido de confianza.

La montaña era un lugar ideal para vivir, ahí estarían solos y podrían formar una familia lejos de la acelerada cuidad. Los días trascurrieron con tranquilidad, pero el hombre comenzó a darse cuenta de que ella estaba impaciente y más irritable de lo normal. Pasaron los días, ya no tan tranquilos como antes, porque ella odiaba el silencio, siempre hablaba de los antiguos sonidos de la fábrica y decía que los extrañaba.

El hombre cayó en cuenta de que su creación había cobrado vida propia y que no podía hacer nada para impedir que ella se desenvolviera como un ser normal. Así que la dejo ir, de vuelta a la ciudad, con los ruidos y los autos sin control.

Él esperó por ella, para ver si algún día cambiaba de opinión y quisiera volver a la tranquila vida de la montaña. Después de un tiempo, se dio cuenta de que había cometido un error, se olvidó de enseñarle como volver a casa y también explicarle como terminar de hacer las cosas, porque siempre era él quien la ayudaba en todo.

Decidió esperar un tiempo prudente, pero al no tener noticias de ella sintió miedo y decidió buscarla. Sabía en el fondo de su corazón que ella se había arrepentido y que por más que quisiera nunca volvería a menos de que él la buscase. Decidió alistarse, tomó su mochila, una linterna y descendió montaña abajo.

Texto agregado el 15-02-2006, y leído por 541 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
16-02-2006 Mujeres! rafudo_
16-02-2006 ¿¿Y qué paso??? ... ;-; rafudo_
16-02-2006 muy lindo cuento, te dejo porque no encuentro la linterna. onirix
15-02-2006 Uf¡¡¡ demasiado para un sicólogo.... Muy bueno. Arfazel
 
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