DOS VIEJOS AMIGOS
II
-llegamos señores, acá es la clínica abuelo...espere que lo ayude a bajar
El camillero y el chofer de la ambulancia nos ayudaron a bajar creyendo que la edad nos impedía levantar las piernas. Eran jóvenes; no saben que uno, a cierta edad, necesita un poco mas de tiempo para maniobrar con sus gastados huesos, no ser tratado como un invalido.
José se dejaba llevar como a un niño.
Estaba acostumbrado así desde el ingreso al geriátrico, adonde los últimos atisbos de independencia le fueron cercenados en pos de su integridad física. Hipócritas.
Entramos a la clínica en el horario exacto en que debía cumplir su turno José.
Un joven medico reviso sus papeles y radiografías. No era el morocho que siempre lo atendía, aunque eso no cambiaba mis planes.
-José, tenemos tiempo...tenemos que pedir una ambulancia para que nos lleve de vuelta al geriátrico... ¿queres tomar un café acá en el bar de la esquina?
José lo pensó unos instantes, como si su independencia estuviese en peligro si no llegaba a estar temprano en el asilo.
-che Alfredito ¿no me cagaran a pedos si no vamos temprano?
-y...puede ser...justamente de eso te quería hablar...entremos al bar que te cuento
Entramos en “el favorito”, un antiguo bar al que más de una vez regué con una lagrima por algún amor no correspondido.
Hacia años que no entraba allí, y gracias a Dios, poco había cambiado.
Hasta el olor impregnado en el ambiente me recordó épocas irrepetibles.
Allí estaba el estaño, las descoloridas mesas y la foto del más grande, abrazado al inolvidable Leguizamo.
-¿escuchas a carlitos todavía José?- pregunte sin quitar la vista de la sonrisa del inmortal Carlos Gardel.
Los ojos se le iluminaron a la sola mención del zorzal criollo.
-¿Cómo no lo voy a escuchar?...si no lo escuchara mas...creo que estaría muerto- dijo perdiendo la vista en la foto de la húmeda pared.
Aproveche la oportunidad para contarle lo que mi inquieta cabeza había pergeñado por largo tiempo.
-che José...tengo algo para proponerte para hoy a la noche
Me miro con la duda reflejada en el rostro, tratando de leer en mis ojos cual era la idea.
-buenas tardes, ¿Qué se van a servir los señores?- interrumpió el mozo
-tráigame dos cañas amigo- apure a contestar, provocando que José me mirara sorprendido
-Alfredo...no puedo tomar eso...se me va a complicar la cosa en el geriátrico...
-A LA MIERDA EL GERIATRICO JOSE, hoy tomamos lo que queremos...ya te olvidaste de lo que tomábamos en el boliche...no puede ser que te hallan anulado tanto José...vos eras...LIBRE...sos grande para...
-alfredito...mírame-me dijo, clavándome una mirada llena de ternura-soy viejo..., ¿no te das cuenta?
-yo también... ¿y que?, pero no soy una maquina entupida a la que desecharon por inútil...todavía estoy vivo.
-perdonen señores, acá esta lo suyo-interrumpió el mozo trayendo las cañas.
Nos miramos con José durante unos instantes que parecieron eternos.
-salud José...por dos viejos amigos-dije, alzando mi vaso
Dudo unos instantes alternando la mirada entre el vaso de caña y mis ojos, hasta que lo alzo con una sonrisa.
-por la amistad Alfredo
Sentí como la caña me quemaba las entrañas, pero no le afloje hasta ver el final del vaso.
-¿Qué querías proponerme alfredito?
José apenas había probado la caña, como temiendo que el liquido lo devastase.
-hoy a la noche quiero que vayamos a ver a un tipo que me recomendaron. Vamos a un bar en barracas llamado “el obrero”...allí hay un cantor que me dijeron que nos va a gustar.
-¡¡vos estas loco Alfredo¡no me van a dar permiso...
-ya te dije...¡¡a la mierda el geriátrico¿Qué puede pasar?¿te van a meter en cana por no ir a la cucha?, no viejo...a la mierda el geriátrico...ya vas a tener tiempo de volver a esa cárcel en la que te metieron tus hijos...
-vos estas loco,¿Cómo voy...
-José, tengo poco tiempo hermano...tengo cáncer
Me sentí frágil reconociendo tan rápidamente mi secreto, pero veía que José no me iba a aflojar tan fácilmente. Esperaba decirle cual era mi dolencia en algún momento, pero no bajo esas circunstancias.
Me miro por unos largos segundos sin emitir palabra, y luego bajo la vista hacia el vaso de caña.
-¿desde cuando lo sabes Alfredo?
No pude ocultar más el pesar que anidaba en mi corazón.
Como un niño desahogue mi espíritu, y lo volqué sobre la mesa de ese bar, frente a la única persona que sabría escuchar y comprender mi pesar, la novedad que el medico me había dado hacia solo días.
Durante el tiempo que había durado nuestra amistad nos habíamos confesado pecados juveniles, deseos utópicos, fantasías imposibles, amores frustrados e ilusiones que llegamos, o no, a concretar.
Con el paso de los años, confesábamos nuestras dolencias y temores.
Hoy, hablábamos de la muerte, pero no de una manera figurativa, sino como nuestro próximo paso.
José me escucho sin interrumpir, sabiendo que mi catarsis concluiría con una sonrisa que significaba “que le vamo a ser”, aunque en el fondo los dos supiéramos que prontamente, uno abandonaría el barco.
-es así José...ya guarde el violín y estoy afinando el arpa, por si San Pedro necesita uno mas allá arriba...-dije señalando con la mirada un cielo claro y límpido que asomaba entre los edificios, a través de las ventanas.
- ¿es por eso que queres salir a dar una vuelta hoy a la noche?
-y...si...además....por vos viejo....tengo poco tiempo y no me quiero llevar de este mundo un recuerdo muy distinto de un amigo como vos. Vos eras libre, soñador...ahora estas ahí, perdido, dócil, dejándote llevar como un lazarillo por esas enfermeras...decide,¿Cuánto hace que tus hijos no te vienen a ver?
Pensó unos instantes.
-hace casi un año...la ultima vez vino Rómulo, pero se quedo un ratito nomás...vos sabes, el esta siempre muy ocupado...
-¿siempre esta ocupado?...mira, son tus hijos...yo se que los queres, pero por favor... ¡QUERETE UN POCO VOS MISMO VIEJO¡...para la sociedad sos un despojo...algo inutilizado que espera a la muerte con los brazos cruzados, sentadito en una silla de ruedas carcelera, inhibidora de todo lo que tuviste y nunca mas tendrás.
José lo medito largo rato. Yo sabia que en sus fueros internos se debatía entre el seguirme en mis correrías y el volver a seguro refugio para sus huesos que era el geriátrico.
-¿adonde queres ir Alfredo?- dijo por fin
-me pasaron el dato de un boliche en barracas, se llama “el obrero”...dicen que ahí hay milonga temprano, pero después, cuando queda poca gente, hay veces que viene un cantor...aunque no se si creer lo que me dijeron...
- eso ya me lo dijiste, pero... ¿Qué mas te dijeron?
-prefiero callármelo y comprobarlo por mi mismo...me dijeron que es...bue, nada.- cavile unos instantes con toda la intencionalidad que pude; sabia que en el fondo, José seguía siendo irremediablemente curioso- ¿Qué hacemos?, ¿vamos o no?
- sabes que si, no te puedo defraudar hermano- me dijo con una media sonrisa cargada de intriga y miedo.
- entonces vamo•... ¿que esperamos?
Salimos del bar como antaño; hombro a hombro, gallardos y envalentonados por la caña.
Atesore en mis recuerdos más entrañables ese instante: la salida del bar que más de una vez nos había acunado y cobijado, en busca de mi última aventura quizás, pero el broche de oro para mis desvencijados huesos.
Y para mejor, con mi amigo de tantos años, el hermano que nunca tuve y la vida me regalo.
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