Mientras la luna ilumina tu rostro, al mismo instante en que vela el sueña de aquella estrella. Tuve la oportunidad de verte, hablarte, tal vez como nunca lo había hecho. Mis dedos acarician tu cabello, mis labios recorren tu piel, mientras mis manos rozan tu cuerpo.
Una lágrima se desprende lentamente, sin aliento, cae en tu frente y se desliza, sigue tu rastro y se confunde con las huellas del sudor.
Repentinamente, el frío se aleja. Sólo queda tu fragancia, la misma que se funde con el calor que desprenden nuestras almas. Una extraña sensación llena mis sentidos y alberga en nuestros cuerpos, como aquellas noches de verano.
Después de tanto tiempo puedo decirte que te amo, que te extraño, que eres parte importante de mi vida. Tú, sólo escuchas. En tu rostro se dibuja una sonrisa que me dispara, en un instante, a la gloria… al paraíso.
Pero no todo dura.
El Astro Rey aparece en el firmamento. Su calor se confunde con el tuyo. Abro los ojos y sólo queda tu aroma.
Tal vez ahora estás a su lado, pero Dios sabe que fuiste mía sólo un pequeño instante.
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