Hoy no soy yo quien habla, no soy yo quien redacta. Hoy soy un vulgar prisionero de una imprecisa batalla, un rehén de mis propias oscuridades, un triste profeta de la discordancia, soy el lecho inconducente de un río avasallador que me rebasa, me destruye y me alza una vez más en medio de mi propia desesperanza. Hoy no soy yo quien encadena frases, no soy yo el que intenta crear palabras conexas y mensajes reflexivos. Hoy soy un prisionero de mis propiciatorios esclavos, esos personajes que día a día se esmeran en representar sus roles, seres de papel y tinta a los que les presto una personalidad, un rasgo, una existencia, tal y como si fuese yo un pequeño Dios, una deidad caprichosa y egoísta. Hoy soy miasma y perdición, soy el vómito triste de un miserable can, una argamasa de palabras disueltas en la hiel de mi desazón, hoy soy el peor de todos los personajes que en algún momento se me ocurrió crear, hoy soy miseria y olvido, letanía gris y silencio de camposanto, hoy me circundan las aves de rapiña de la culpa, atisban con sus ojillos malignos mi carne a punto de descomponerse, graznan y me amenazan con sus terroríficos aleteos, hoy seré finalmente devorado por mis incongruentes pecados…
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