Alguien me dijo hace unos pocos días que para ser escritor hay que sentirlo, que un verdadero escritor piensa en como escribir a cada momento. Es decir cuando come, bebe, habla, duerme, camina, fuma, se intoxica, cuando su cuerpo se funde con otro... o sea con cada inspiración, suspiro o sin ellos. Que cuando ve las cosas a su alrededor, cuando las escucha, cuando las siente su mente las procesa en detalle y con una cierta aura, como una narración. Este ser aunque no lo nota, lo siente, lo vive, lo expresa. Es magnífico como ese ser puede hacer que el mundo vea cosas nimias como prodigios.
Ese día le dije a mi amiga que entonces yo no era una escritora, y ella por respuesta me preguntó simplemente:
- ¿Qué ves y escuchas a tu alrededor?
Yo solo le repondí:
- Veo la tierra oscura y húmeda, el césped verde brillante con matices de castaño. Troncos grandes y marrones que se alzan y terminan en pequeñas hojas verdes y amarillas que se entrelazan y crean sombra y confusión entre ellos. Veo palmas y arbustos y que un edificio de más de cien años me da sombra. Oigo el murmullo a gritos de conversaciones que no me interesan, la brisa, el golpe de tacones y sandalias pasando. Las palomas y los cuervos son vista y sonido. El día esta soleado y amenaza con llover, como una novia melancólica...
Y justo ahí descubrí su verdad. Me di cuenta que el mero respirar envuelve un relato en sí, que el mundo se puede plasmar en pensamientos, palabras, letras. Que quizás el mundo me considere un fracaso pero yo me considero un escritora. Tal vez no la mejor, pero aún asi tengo el orgullo de absorber al mundo en mi y poder sentirlo todo desde el alma de mi lápiz y papel. |