-¿Éste es el cuerpo?- preguntó el hombre de blanco.
-No, señor, no es- respondió ella queriendo llorar, sin lograrlo.
-Según tu descripción, las únicas posibilidades son éste y otros dos que están más allá.
-¿Qué pasa si no está?
-Tranquila, no te adelantes a los hechos.
Caminaron a la otra habitación. Había una muchacha rubia, de piel clara y cabello corto. Tenía la mitad de la cara destrozada y la otra, amoratada. Se estremeció, cerró los ojos y le indicó que no era ella.
-Aún queda la de la habitación de al lado- recordó.
Caminaron. Ahí, había una joven de unos veinte años, muy parecida a la otra. Su rostro pálido tenía unos tajos, y en su pecho se notaba una herida profunda. Impactada por la apariencia del cadáver, dijo que sí, que esa era.
-Sabes bien que lo que haré ahora, es una excepción a las reglas… ¿Lo tienes claro?
-Sí, señor… ¿Cómo podré pagarle por su ayuda?
-Sólo no olvides la única condición que te di.
Agradeciéndole, tocó el cuerpo con ternura y entró en él. Al despertar y verse recostada sobre una cama en una habitación de hospital, ya no recordaba que estuvo muerta, pero algo le decía que debía cuidarse y aprovechar la vida, que es el tesoro más grande que podía poseer. |