No podría decir que la vida es color de rosa, pero tampoco que es un campo minado. Tengo amigos de carne y hueso a los que adoro y de los que también siento su cariño. No son demasiados pero allí están al alcance de un abrazo.
Tengo opciones, puedo elegir libremente entre subir a las alturas de lo más sublime o sumergirme en el infierno denso de lo incomprensible, no existen ni barrotes ni carceleros que me coarten y lo más importante, nadie usufrutúa del caudal de mis lágrimas, no tengo oprobiosas hipotecas sobre ellas y soy libre de derramarlas por quien se me antoje.
Tampoco me siento un conejillo de indias observado por un lente intelectualoide que todo lo desmenuza en cifras para transformarme en un ser predecible. Conozco a sociólogos que han abrazado esta profesión sólo por la pasión que les anima y he aprendido que ella no se profesa solo con las cifras sino con los sentimientos y con el deseo de permitir mejorar los estratos miserables de la convivencia humana. No me seduce conversar con aquellos seres que son más bien entes apocalípticos que personas predispuestas al diálogo, seres que no se conmueven con nada ni con nadie y que de seguro se deben incluso repeler a si mismos por tener necesidades tan básicas como el hambre, la sed y los deseos de ir al baño. Seres intolerantes que curiosamente invocan la tolerancia para sí, que representan los estamentos discordantes de la sociedad y que no titubearían en arrasar con todo lo establecido, con todo lo que huela a apestosa humanidad, según su particular punto de vista.
He recibido un texto que más bien es un ensayo, por demás, muy minucioso, una proclama concienzuda de lo que sucede en esta página y que exacerba una variedad de temas que incumben a este sitio. Un texto ambicioso y si se quiere, hasta apasionante. Un trabajo concienzudo que utiliza el rigor científico a su manera, transformando a la página en una jibarización de la sociedad. Analizando el texto, llego a la conclusión que jamás en esta página me he sentido presionado u obligado a cambiar una temática por ser improcedente, cosa que si me ha ocurrido en otras páginas en donde si me he sentido acotado y poco libre. Jamás se me ha conminado a participar si o si sobre una u otra ponencia, nadie me obligó a escribir algo sobre Malomo, nadie me amenazó con las penas del infierno sino me hacía presente en ese particular velatorio. Lo que me motivó a hacerlo fue sólo la convicción de que estoy inserto en una sociedad virtual, en que podemos elegir entre ser nosotros mismos o de colocarnos variadas caretas, metamorfosearnos, tocar los timbres de alguien y salir caminando líbre e impunemente Algo que favorece a los personajes arteros, a los que gustan de crear confusión y proclamar sus hirientes mensajes sin que haya querellas ni acciones legales de por medio, algo impensable en la vida real en donde permanecen solapados y actuando en las sombras so pena de terminar en la cárcel por la agudeza de sus difamaciones
No me gusta ser un personaje que viaja a contrapelo con las costumbres establecidas, no es mi afán, la vida es un campo vasto en el cual se puede transitar hasta encontrar lo que a uno guste y acomode. No me encargo de amargarles la existencia a los demás, ni tampoco me agrada que me enrostren vicios inexistentes. Odio las dictaduras, provengan del color que provengan y siempre ostentaré airoso el pabellón de la libertad. Y si un ser que está presuntamente en otra trinchera me ayuda a agitarlo, bienvenido sea, no lo anatematizaré sino que lo comprenderé en su diversidad. Entiendo que también esto es parte de lo establecido y tiene su valor nominal en la tabla de los estudios sociológicos...
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