Nada es más veloz que la muerte

Cuando Francisco tomó el tren esa mañana, desde el centro del mundo rumbo al sur, no sabía que, desde muy al norte, la Muerte cabalgaba a su encuentro en un brioso caballo de fuego. Mientras la Mama Tierra sentía, entre muchas otras cosas, el vibrar del tren sobre las vías clavadas en ella y el retumbe de los cascos del caballo de la Muerte, se preguntaba si este último sería lo suficientemente veloz para alcanzar al tren antes de que llegue a su destino en la Tierra del Fuego. Cuando el tren llegó a su última estación en Ushuaia, la Muerte llevaba aproximadamente tres minutos esperándolo. Lo que la Muerte no sabía es que, avisado por un tenue murmullo de la Mama Tierra, Francisco se había bajado dos estaciones antes.