Cariño mío, pues sí lo sois,
Aunque jamás te haya visto
Ni sepa como de verdad eres.
Pero en ese reducto negro,
Oscuro, sin rendijas ni fisuras
En que solo la luz del intelecto
Lo ilumina y clarifica, estás tú,
Ardiente, vibrante, sexual
Y tan hermosa y diáfana
Que te palpo, acaricio y beso.
Y en el paroxismo del deseo
Te hago mía y te poseo
Hasta el punto que mis ansias
Devienen en el abrazo más tierno
Que si fueras de carne y hueso.
No te conozco, es cierto,
No sé si eres alta o baja,
Gorda o delgada,
Si eres joven o vieja,
O tan siquiera si estás casada.
Son tus versos incendiarios
Llenos de amor y pasión,
Lo que sin pensar ni desearlo
Poquito a poco, como droga
Que en el cuerpo se infiltra,
Ha calado en mi corazón
Haciéndome paladear
Esta dicha sin igual
Que ha calado tan profundo
En mi mente y mi razón,
Que hace lo proclame
Sin que me asalte el rubor
En esta carta sincera
Que solo va dirigida a vos. |