A Biafra lo fuimos a comprar a Curico, que mejor para que nadie te cambie la radio, o para cuidar un cooler con cervezas frías que un buen Pitbull Terrier, reíamos, y si escuchas algún ruido en la noche en la casa, soltamos a los Pitbuulls y listo, y la Josefina, la perrita mestiza de la casa, de ahora en adelante también será un Pitbull, de hecho ella manejará un camión lleno de Pitbulls, y les dará instrucciones telepáticamente con la voz de Madonna, de hecho yo también seré un Pitbull… bueno y si sales muy bravo, te vas a las peleas de perro, le decíamos bromeando… ¿te quieres ir a las pelas de perros?... blanco y con un parche negro en el ojo, todos decían que lindo, cuando cachorros todos los perros son lindos y tiernos, a las minas les encantaba, te pagas solo tu alimento Biafra, y si sales muy bravo, ya sabes, a las peleas… el Pancho, que le puso sus vacunas, me dijo que si quería que fuese más dócil lo podíamos castrar, le pregunte que si creía que yo estaba loco, no se el motivo exacto, quizás por respeto, nunca podría castrar a algún animal, tan solo la idea me pone la piel de gallina, como ese asunto del casco de la bicicleta, “es mejor una muerte digna, que una vida en deshonra”, como esas cosas en las que uno es un completo liberal y otras un absoluto Talivan, una vida sin bolas, talvez no sea una vida… al comienzo me costo que se acostumbrara a otros perros, aparte de la Josefina, con sus dos meses ya “guapeaba” a los perros grandes, pero de a poco fue comprendiendo y aprendió a jugar con ellos, y las minas les encantaba, te pagas solo tu alimento Biafra, incluso llego a hacer amigos perritos en la plaza y yo de las dueñas… cuando ya estaba un poco más grande, me acompañaba a los paseos al cerro en bicicleta, le encantaba y a mi también, a la Jose, la intente llevar de paseo, pero se cansaba rápidamente, Biafra no se cansaba, salíamos dos o tres veces por semana, era obediente e inteligente, esperaba sentado su comida, salía y entraba a la casa cuando se le ordenaba, incluso no necesitaba usar correa porque esperaba en las esquinas, no daba muchos problemas, más allá de que no tenia mucha paciencia con los otros perros, por que aunque tenias sus “amigos perrito” en la plaza, se picaba rápidamente y comenzaba la pelea, ya po’ güevon tranquilo, no podis andar peleando con todos los perros, le decía, un par de palmadas en la cabeza y la correa, pero como aun era bonito y a las minas les gustaba, se continuaba pagando su alimento… no había mucho problema, entre perros se debían entender… con los paseos en bicicleta se volvió un perro grande y musculoso, y se fue acentuando su carácter agresivo con los demás perros, cada vez que salíamos de paseo, no faltaba su escaramuza con otro perro, no podis andar peleando con todos los perros, un par de palmadas y la correa, tantas veces lo tuve que castigar que pronto no lo pude sacar sin correa a la calle, como explicarle que eso era humillante para los dos… más tarde, luego de muchos juegos que terminaban en pelea en la plaza y todas las veces que lo castigaba, no lo pude llevar más, después de unas orejas y cachetes rotos de unos boxers, y uno que otro con desgarraduras en el cuello, y a las minas ya no les gustaba tanto porque del aspecto tierno de antaño, paso a un aspecto peligroso por su porte y parada, aunque con la gente no era agresivo en lo absoluto… hasta que el día en que la gota que rebalsa el vaso, llega inevitablemente, y escapa por entre mis piernas cuando salía a comprar el pan de la tarde, cruza la calle… alguna vez has intentado sacar un poodle toy del hocico de un Pitbull de 30 kgs. mientras la pendeja que sostiene una correa y su padre miran sin decir una sola palabra… tuve que pagar el perro y la terapia, y cada vez eran menos las personas que se atrevían a venir de visita a la casa porque le tenían miedo al perro… bueno, te lo dije güevon, que si salías muy bravo te ibas a las peleas de perros… y así fue, como logre contactar a un tipo que se interesado por el perro, llevalo pero nunca más me llames… porque a pesar de mi decisión, de la rabia que sentía contra ese perro güevon, era imposible olvidar todos los momentos buenos, sí cuando cachorro tenía que dormir conmigo porque lloraba en la noche, y todo el cariño que sentía por él, pero ya no podía más…
El patio se sentía solo sin él, la Josefina lo echaba de menos…
Un año después recibí una llamada, del tipo que se lo había llevado, me llamo pa’ darme las gracias, que me tenía un regalo, por que había ganado muchas peleas, era todo un campeón, ¿me estai güeviando?, dijo que no, que era en serio, que él vivía de eso, que lo podía ir a ver, el domingo peleaba, me dio la dirección…
Toda la vida he pensado que las peleas de perros son un crimen, y un año pensando como fui tan maricon para hacerle eso… por eso el domingo me vi entrando en ese galpón metido entre toda esa gente, y el güevon al que le había regado al perro que venía a recibirme, con abrazos y una botella de jack daniels, y contaba la historia de cómo había conseguido al “Gran Biafra”. El momento de la pelea llego, lo vi entrar, caminaba cabiz bajo calmado, prácticamente no le quedaban orejas y una cicatriz cubría el ojo con el parche, sentí algo en el estomago, comencé a sudar frió, cuando un improvisado anfitrión hacia las presentaciones, Biafra cambio su actitud de calma, levanto la cabeza y olfateo con su nariz partida, miró hacia todos lados, despreocupado del perro que tenía frente a él, me miro directamente con el ojo que aun le quedaba, y miró a su oponente… los separaron y los soltaron… Biafra no hizo nada mientras el otro perro le desgarraba el cuello… señores hay un nuevo Campeón…
Esa fue su forma de vengarse de mí, y esa fue su forma de romperme el corazón…
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