Alumno
Como el avaro que cuenta sus monedas, me dediqué a sumar horas extras ¿qué otra cosa por hacer en el medio de la nada?.
Por otra parte, esas extensas jornadas me matenían a salvo: volviendo tarde evitaba la tentación de prenderme en las escapadas nocheras camino del firulo. Aunque la cabra al monte tira, estaba en ese infierno para hacerme de unos mangos ¡nada de vino y guitarras!
Cierta noche, lo encontré al correntino con unos planos desparramados en la catrera y rascándose la cabeza. La paviola estaba fría sobre la mesita, señal de haber pasado largo rato desde la última mateada.
- Me acompaña con unos matienzos jefe? -
- Tá bueno, ensillálo nomás -
El acostumbrado ritual del mate predisponía a la charla, al acercamiento, a la amistad...
- Tá jodido esto, no le encuentro la vuelta -
Me lo fué largando de a poco, trataba de entender lo que decía ese plano y se le hacía cuesta arriba. Las máquinas incorporaban cada vez más tecnología y los circuitos hidroneumáticos no eran su fuerte. El hombre se había formado en el campo, apenas salido de la primaria se largó a trabajar con un pariente alemán que se dedicaba al remiendo de maquinaria agrícola. Después, alguna empresa, viéndolo con ganas y sesera, lo había empujado para hacer algún que otro curso de mantenimiento y reparaciones. También chapurreaba el idioma alemán, aunque no mucho si era escrito.
Acomodamos los papeles en la mesita, me contó los síntomas de la cacharra y le dí mi opinión sobre quién podía ser el padre de la criatura. Le señalé en el circuito cuál era la válvula antirretorno y su función. Ya que estábamos, le fuí contando como "funcaba" la cosa. La madrugada nos sorprendió por demás entretenidos, el tema había durado como chiquicientas pavas de mate y algún salamín con "criollitas" pa ir quitando el gusto a pucho.
Encaramos el dia con los ojos chiquitos, la falta de catrera se nota a la hora de poner el lomo. Pero la cosa se había presentado así.
Ese día trabajé con él. En ese "yerta" la maquinaria pesada era para los más avispados.
Aparentemente habíamos dado en el clavo, a media tarde la cacharra estaba lista para salir. Había dejado de "toser".
- Chamigo, te podés borrar hasta mañana... después te marco la salida -
Me estaba diciendo que podía ir a dormir mientras seguía anotando horas de laburo. El correntino se la estaba jugando, y yo había pasado a ser "chamigo" en lugar de "pavo": todo un acontecimiento...
Llegó ese dia tan especial, el más feliz. Un día en que todos andábamos con ganas de chacota, nos sentíamos potentados: dia de pago y viernes. Ya en la cola para retirar el sobre de la quincena, podía verse la alegría en la cara de los compañeros. La mayoría pensando en el "giro" que recibirían sus familias. Algunos, en distraer unos pesitos en una noche de joda; otros, en una escapadita hasta el hogar. En fin, todos con alguna idea dando vueltas en la azotea.
Cuando recibí el sobre, me fijé en el número mientras firmaba la copia del recibo, y la cuenta no me daba: había guita de más, y mucha. Me alejé un poco para leer con detenimiento y me sorprendí, figuraba como "medio oficial mecánico" en lugar de "ayudante".
Recordé la cara de picardía del correntino en una broma que, en su momento, no había entendido del todo. Cuando me entregó la caja de herramientas le dijo a Medina:
- Que no se te vaya a "refalar" ninguna, éste te puede cagar, mirá que es "medio" jefe -
Vaya uno a saber, el hombre no era de hablar mucho, pero... ¿quién si nó?
ergo
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