Para por sin sobre tras. Así no más tenía que empezar parece. Pa escupir no se tiene una discusión interna y existencial. Se carraspea un poquito y ya está. Y va a tener que ser así. Qué se le va hacer. Qué se le va a hacer es una frase que se me dio por usar en este verano. Ay ay ay el verano, mirá. Parece que se me andan cayendo sonrisas por los brazos. Más que nada por los brazos, será porque desde ahí tienen más vuelo. No poético, vuelo no más, así como los pedacitos de mi que voy perdiendo porque me despelecho. Me está desesperando tanto silencio. Te sentía menos ausente cuando hablábamos más seguido, sabés. Cosa `e locos, pero es así. Es como una sensación de olla a presión que no puede silbar. Pero olla con olor a dulce de zapallo, nada de cosas saladas. Será por el verano. Tampoco sé. Lo que digo: yo necesitaría sentarme frente a vos durante 49 horas seguidas y hablarte mucho tiempo y después solamente mirarte y después torturarte amenazándote con cosquillas para que vos también me digas unas cuantas palabras. Pero eso no va a pasar. Sobre todo, porque me gustan los fantasmas parece. Y me gustan los fantasmas porque soy una cagona. Eso también suena a cosa `e locos. Es que es más facilito echarle la culpa a la distancia y que no nos vemos porque tu ciudad y mi ciudad y demasiados barrios, calles y pueblos y puentes y rutas nacionales y camino de ripio en el medio. Entonces yo acá escribiéndole a nadie. A mi. A alguien que se encontró con el texto porque capaz que después se me da por disfrazarlo de literaturbia (no me acuerdo a quien le robé esa palabra, pero aclaroque no es mía). La cuestión, te/me decía, es que se me acumulan las mariposas acá entre los pezones y ya no me aguanto más las sonrisas. Y en vez de agarrar y sentarme frente Marcos, por ejemplo, y quitarle la lapicera azul y llenarle la boca de alitas de colores; me quedo acá en casa divagando mi cabeza con cuáles cosas te vas a reír cuando te las cuente o qué pensarás de las nuevas facetas de mi ciclotimia o si finalmente me vas a dejar que juegue un poco con tu pelo. Yo me siento bien, pero estoy ansiosa y me esfuerzo en disimularlo y como no me sale me pongo más ansiosa. Y creo que los que están a la vuelta se están dando cuenta. Y ellos ven cómo se me caen los pedacitos de piel y las maripositas, pero como son todos muy discretos y para ellos también es verano no me dicen nada. Además, creo que me quieren bastante. Estoy aprendiendo mucho estos días. De cosas lindas. A veces me dan ganas de regalarle todos los colores naranja de mis días a Joaquín… pero como no estoy segura de si él ya se despidió por completo de su época azul, me modero y le saco fotos rojizas que después te voy a mostrar, pero no creo que vos le puedas ver los colores, che. Ah, además, Joaco me dijo hoy que a una de mis pinturas le faltaba un poco de azul para que le diera más volumen. O sino violeta, me dijo. Y yo le agradecí mucho. Y le di un beso grandote en uno de los costaditos que tiene entre la cara y el cuello -que no sé cómo se llaman, pero que Manray sacó una foto muy hermosa de esa parte de una chica. Subo y bajo por la hoja y no leo, pero veo que escribí bastante. Mejor. Pasa que las palabras se me andaban negando bastante. Y ni siquiera me importa mucho que esto esté masomeno presentable. Mentira. Sino que me conformo con que se estén hilando una al ladito de la otra como si fueran hormiguitas o una línea de merca. Blanco y negro. Y rojo en el tapizado. De esos tres es el jeep que compró mi papá. El domingo quiero que me lleven a pasear. El sábado a la noche no quiero besarme con nadie. Excepto que venga Marcos. Capaz que ahí hasta me dan ganas de que se venga a casa a charlar un poco con Norberto, mi almohada naranja, ¿te acordás? Igual, tampoco me interesa que se hagan íntimos. Vos sabés. Y sí: soy una cagona. Pero así es mejor. Trato de respetar los tiempos. No, no sólo los de los demás. También los míos. Así está bien para mi. Con Joaquín nos reímos porque no sabemos cómo nombrar las cosas. Y sin embargo parece que sus bichitos de la cabeza tienen telepatía con los muertitos de la mía. Capaz porque tenemos los mismos anteojos. No sé. Marcos me asusta mucho más… no termino de relajarme. Es como un partido de pin pon. Me gusta eso. Dentro de dos semanas voy a odiar la sarta de pelotudeces que estoy escribiendo. Voy a desdecir pa´ mis adentros cada una de estas cosas. No me importa. A lo mejor me está faltando sexo. Y no lo digo por lo de las mariposas. Eso es bien distinto. Yo podría plantearle a Marcos tranquilamente que se quede unas noches en casa. Pero creo que todavía no tenemos muy en claro la geografía del otro. No sé cuál de los dos podría darse un porrazo. Estaría bien que ninguno. De en serio. Así que por ahora me quedo acá durmiendo solita. En mi cama que tiene las patas torcidas y el colchón finito como remera de cancan, con un libro de Arbit en la mano y abrazando a Norberto. Con esos dos hombres más tu indiferencia es suficiente para mi. Al menos por esta noche. |