El anillo que era de ella
Alfredo acaba de conversar con su novia. Ella le devolvió el anillo que Alfredo hace pocos días le había obsequiado, anillo que simbolizaba su compromiso de matrimonio. Alfredo está desconsolado. Entiende que su vida con Ella ha terminado, y que mientras contemple ese anillo el recuerdo de Ella permanecerá imborrable en su memoria, recuerdo lleno de dolores y alegrías momentáneas.
Alfredo comprendió que debía dejar intentar olvidarla, bajo pena de permanecer toda su vida como un ser errante y sujeto al dominio de Ella, siendo un esclavo de su caprichosa voluntad. Le pidió a sus amigos Samuel, Pepe y Marry que lo acompañaran al lugar en el que le pidió matrimonio. Ellos, fieles amigos, inmediatamente decidieron ir con él. Pepe y Marry intuían el desenlace de la relación entre Alfredo y Ella. Samuel sabía ciertamente que había pasado, y por eso, cuando Alfredo se encontró con ellos y les narró su drama, antes que los dos más jóvenes comenzaran a hacer preguntas, el apoyo de Samuel a Alfredo fue inmediato y eso influyó en que se decidieran a acompañarlo rápidamente.
Luego de escasos preparativos, iniciaron la marcha. Entre ellos y el mar se interponía las Montañas Fijanas, lugar que era accesible en vehículo solamente hasta una parte del camino, y luego deberían caminar, atravesando el Bosque Viejo. Tuvieron que cruzar el río Brandivino, que estaba naciendo, e internarse en el Bosque. Cuando se hizo de noche se dieron cuenta que la linterna que había llevado Pepe no tenía pilas. Estaban perdidos, hasta que apareció Tom, quien los vio tan desamparados, que los invitó a su casa a alojar. La casa estaba en un claro del bosque, pero sin la guía de su morador se hacía extremadamente difícil encontrarla. En la casa de Tom los esperaba su mujer, que era divinamente hermosa. Cenaron, contaron un par de historias, pero la melancolía de Alfredo inundó el ambiente. Mientras Samuel. Pepe y Marry escuchaban embelesados las historias que la mujer de Tom les contaba, éste se acercó a Alfredo, y antes que Alfredo le contase sobre sus sentimientos, Tom ya los sabía. Le dijo que no se preocupara, que estaba bien lo que estaba haciendo, que ya iba a encontrar a la que lo iba a hacer feliz por toda su vida. Que lo que le pasaba era normal, que no se sintiese especialmente desdichado. “Ya llegará la mujer que has esperado toda tu vida, y estos tragos amargos los sentirás tan lejanos que te parecerá nunca haberlos bebido. Yo cuando tuve tu edad también pasé por lo mismo, también me enamoré de quien nunca me quiso. Pero lo superé y ahora soy el hombre más feliz de la Tierra. Mi mujer es una maravilla. Y nunca más supe de la que no me quiso. Mi joven amigo, vas a superarlo, acuérdate de mi”.
Luego de esa paternal conversación, se fueron a dormir en la amplia casa de Tom. Al día siguiente él y su mujer les insistieron que se quedasen un día más con ellos, ya que como conocedores de su territorio, sabían que no habría mas guarida para los viajeros hasta llegar a Bree. Ese día es tranquilo. Los cuatro amigos se sienten dichosos. Han encontrado un refugio.
Cuando comienza a atardecer, después de retozar para bajar la comida, Baya se da cuenta del persistente desánimo de Alfredo, y para alegrarlo, lo invitó a bailar…Alfredo respondió que solamente podría bailar el tango Yira (ese tango refleja lo que sentía). Comienzan a bailar y el piso se mueve entre ellos. Se conectan de una manera que Baya nunca experimentó, y Alfredo también está ido, solamente existen ella y él en ese instante. Cuando terminaron de bailar, Tom les hizo notar que se hacía tarde, y que era mejor que se fuesen a dormir, ya que al día siguiente debían continuar su camino. Pero Pepe, dotado de pilas nuevas, insistió en partir inmediatamente, argumentando que la noche era clara, que era imposible perderse ya que el camino desde la casa de Tom hacía las Montañas era directo, y que quería pasar una noche en descampado. Los otros tres le encontraron la razón, y aprovisionados por los sandwiches que Baya les había preparado, abandonaron, muy agradecidos, la casa de Tom. Emprenden el viaje al anochecer, y los sorprende una pandilla de “orcos”. El enfrentamiento es breve y fuerte. Termina con unos disparos al aire de Thornguil, guardabosque montaraz de las montañas, quien con sus amigos espanta a los orcos, los que huyen prometiendo venganza. El los acompaña durante unos días, ya que la banda de cuatreros con la que se acaban de enfrentar anda merodeando por la zona, y Thornguil la está buscando. Caminando junto a ellos, Thornguil ve la pena de Alfredo, y se acerca para hablarle. Alfredo al comienzo es medio reticente, pero le cuenta su historia. Estuvo pololeando 2 años con Ella, 2 años llenos de interrupciones, ilusiones y terrores. Luego de que Ella cayese enferma, Alfredo se dio cuenta que no iba a ser capaz de vivir el resto de su vida sin ella, por lo que le pidió matrimonio. Ella aceptó, pero siente días más tarde, totalmente recuperada, ella le dijo que lo había pensado mejor, y que comprendió que Alfredo no era el hombre con el que quería pasar el resto de sus días. No lo veía como ese hombre. Y le devolvió el anillo de compromiso. Y terminó con él. “Solo podemos ser amigos, nada más”. Eso destruyó a Alfredo, y ahora se dirigía al monte donde le pidió la mano, para arrojar el anillo al mar, porque tenía la certeza que era la única oportunidad que tenía para seguir viviendo sin ella. Ese anillo le recordaba a cada instante su fracaso, su desilusión. El recuerdo de todo lo que simbolizaba ese anillo lo iba a corroer para siempre. Tenía que deshacerse de él para tener una chance de continuar con su vida. Esa historia emocionó a Thornguil, quien le dijo a Alfredo que lo entendía solamente en parte, pues él creía que hay que luchar toda la vida por el amor verdadero. El estaba enamorado de Undomiel, la hija de un rico terrateniente de su zona. Ella también lo amaba a él, pero su padre, Elrond, le había prohibido verse con Thornguil mientras éste no tuviese sus propias tierras. Ahora él estaba trabajando y ahorrando todos sus ingresos para algún día volver a su pueblo a casarse con Undomiel. Debatieron, porque ambos casos eran distintos. Thornguil era amado, pero a Alfredo ni siquiera lo querían. Thornguil tenía una meta trazada por las esperanzas que Undomiel le había dado. Alfredo solamente tenía desilusión en su corazón. Su única esperanza era el perdón. Olvidarla a ella es perdonarla. Y perdonarse a sí mismo por no haber sido capaz de ser amado por la mujer que más había querido. Tenía que deshacerse del anillo, para intentar seguir viviendo y no quitarse la vida.
Después de caminar todo el día, llegaron a Bree. Toronjil los acompañó a una cantina local. Los amigos de Alfredo estaban con sed, hace días que no tomaban copete, y andaban en ánimo de parranda. Alfredo incluso se empezaba a sentir más aliviado. Sabía que quedaba poco camino para llegar al mar, y la idea de continuar su vida alejado de Ella, de dejarla atrás y reponerse del temor a relacionarse nuevamente. Ya iba a conocer a alguna cuya presencia le hiciera olvidarse de Ella. Con ánimo dicharachero entraron a la cantina. Mientras Samuel, Marry y Pepe buscaban inmediatamente algunas niñas con las que conversar, Thornguil y Alfredo fueron a buscar algo para tomar. En el local estaban tocando tangos, y los amigos de Alfredo salieron a bailar con unas niñas.
Alfredo reparó en un viejecillo sentado solo en una mesa. Al ver que Toronjil se fue a conversar con unos amigos, se sentó al lado del viejecillo. Su aspecto era lamentable, era una impresión en blanco y negro de lo que alguna vez fue una persona. Tuvo una especie de espasmo, como si fuese a llorar pero ya todas las lágrimas las hubiese evacuado. Alfredo le preguntó si se sentía bien. El viejito no le puso atención. Solamente cantaba la canción. Alfredo lo contempló y un escalofrío bajó por su columna. Le insistió preguntando si estaba bien, y el viejecillo le dijo que hace 50 años que no estaba bien. La mirada de Alfredo preguntó porque, y el viejecillo le contó que alguna vez en su juventud había encontrado al amor de su vida. Y ella tras un par de años de romance, lo abandonó para siempre. Se fue con otro, y él nunca se pudo recuperar. Encontró en el alcohol su mejor compañía, y ha estado hace 50 años viviendo de las riquezas que heredó de su familia, vendiéndolas para poder tomar. “Esta vida es una mierda, cada vez que estoy a punto de morirme me llevan al hospital, no se para que se esmeran en mantenerme con vida si lo que he querido desde 50 años atrás es morir, y no me puedo suicidar. Ella se llevó mi alma, y ahora espero encontrarla en el infierno. La debería haber muerto hace tiempo. A veces solamente me mantiene vivo el deseo de verla muerta. Está enferma, le queda poco tiempo. Ya morirá y podré morir yo también.” Mientras Alfredo escuchaba este relato, su corazón se ensombrecía. ¿Cómo saber que él no iba terminar así? ¿Cómo saber que no se estaba viendo a si mismo en el futuro? Experimentaba terribles dudas. Sus amigos lo fueron a buscar para que bailara con una niña amiga de las demás. Pero Alfredo no estaba para nada animado. La niña era muy bonita, pero Alfredo no la veía. Estaba pendiente del viejo y de las implicancias que tenía para él ese futuro. Le daba miedo terminar como él, pasarse la vida como alma en pena por el amor que nunca fue. En un momento la niña lo tomó y salieron a bailar, pero él estaba ausente, y ni se dio cuenta cuando sus tres amigos salieron del local con sus nuevas amigas, y el se quedó solo.
Después, al amanecer, los amigos de Alfredo se re encontraron. Siguieron su camino hacia el mar. Atravesando un campo se encontraron con los orcos-cuatreros, quienes esta vez eran más, y los atacaron. En el combate, Marry es herido levemente en una de sus piernas. Los cuatreros arrancan cuando lo ven con sangre, creen que lo mataron, y saben que una cosa es robar vacas y otra cosa es matar a alguien. Los amigos también se asustan, pero cuando ven que la herida es superficial, se alegran, aunque se dan cuenta que no podrá caminar hasta el mar. Pepe y Samuel se quedan para asistirlo y llevarlo de vuelta a Bree, y Alfredo sigue solo su camino. En ese trayecto el viaje se le hace pesado. Las dudas lo atormentan. Camina entre sueños. Se cae, tiene espasmos. La ve a Ella caminando a su lado, ella le susurra. La ve a ella corriendo a sus brazos, a los brazos de otros. Se cae, se levanta. Está lleno de polvo, tiene heridas con sangre. Sigue caminando. Se recuerda de Tom y del viejecillo de la cantina. Se alegra con uno y se aterra con otro. No está seguro de nada. No sabe si lanzar el anillo al mar sea la solución. Quizás quede maldito, quizás se salve. La presencia de Ella es poderosa. Alfredo llega al mar. Se tira al suelo. No se decide.
Ella llega al mar. Le dice que habló con el Guatón Bolger y él le contó donde habían ido. Le dice que no sea tontito. Que ella lo quiere. Lo acurruca. Alfredo comienza a llorar, parece un niño de pecho en los brazos de su madre. Ella le dice que siempre va a estar con él. El lo duda. Duda de todo. Alfredo corre hacia el agua. Se cae en ella. Ella ya lo dejó ir. Le dice que se arrepienta. Está parada en la orilla. El está con los pies en el mar. Alfredo le dice que ya no mas mentiras. Que quiere su vida de vuelta. Que no quiere pasarse los años de los años pensando en ella. Que su presencia lo está matando. Ella se ríe. Alfredo se pica. Alfredo lanza el anillo al mar. Ella grita y se desvanece. Nunca estuvo ahí junto al mar.
Alfredo cae, destruido. Llora. Luego se levanta. En eso llega Samuel, lo saca del agua. Le dice que Marry está bien, pero que Alfredo se ve patético. Le pregunta si lo hizo y Alfredo le responde que sí. Que juntó las fuerzas y se libró del anillo. Se siente más liviano. Se van a tomar a la cantina.
El viejecillo está sobre una mesa. Con los brazos cruzados. Alfredo está contento. Marry ya está de alta. Celebran y toman. En un momento Alfredo va a ver al viejito, que tiene la cabeza entre los brazos, sobre la mesa. Está muerto. Alfredo se cae al suelo.
FIN
|