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Cecilia no era linda, tampoco tenía un cuerpo escultural. Estaba un poco excedida de peso y en sus treinta y largos pocas veces usó maquillaje. No porque no le gustara, sino por Adolfo. Siempre por Adolfo. “Parecés una puta de cuarta categoría” resoplaba él sobre su hombro las pocas veces que se pintaba un poco los labios, para las cenas de Navidad por ejemplo.
Gustavo no era un Adonis, ni pretendía serlo. Conocía a Adolfo desde la secundaria. En el Comercial se habían hecho compinches, más que nada porque Gustavo necesitaba de la agresividad innata de Adolfo. Todo en su vida parecía resolverlo a las trompadas. Todo. Gustavo detestaba esta cualidad cada vez más pero lo que en sus tiempos había sido una ventaja ahora había mutado en una amenaza solapada. “Si de verdad querés separarte del estudio de contadores y ponerte por tu cuenta, hacelo. Pero entonces vas a dejar de ser mi amigo y vas a pasar a ser un traidor...”, le había dicho apretando con fuerza su hombro durante un almuerzo en un restaurante.
Adolfo era el nexo que los unía. O mejor dicho el miedo a Adolfo, a el carácter de Adolfo. Fue un triángulo extraño. No fueron dos hombres amando a una misma mujer, sino dos personas sintiendo pavor frente a un mismo hombre. Y enredados entre los filamentos de esa medusa gelatinosa que es el miedo se encontraron e hicieron lo único que les permitía sentirse vivos.
No llegaron a ser felices, pero estuvieron muy cerca. A Cecilia no le alcanzaron los largos dedos de pianista de Gustavo, ni sus espesos silencios post- coitales. Ni siquiera le bastaron esas fracciones de la semana en las que conseguía poner su mente en blanco gracias al placer que le regalaba su hábil lengua.
La soga la compró en la sección ferretería del supermercado.
Gustavo se enteró por el llamado desbordado en lágrimas de Adolfo. Cargó su valija con un poco de ropa, tomó su pasaporte y viajó a Italia donde un tío abuelo lo esperaba con trabajo en una finca.
Adolfo llora todas las noches, acosado por el miedo. En un papel arrugado Cecilia escribió con la firmeza que no tuvo en vida: “Voy a volver y seré todo lo que vos fuiste para mí. Todo.”
Noviembre 2002
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Texto agregado el 31-01-2003, y leído por 570
visitantes. (2 votos)
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Lectores Opinan |
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31-01-2003 |
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Maravillosamente cierto como tratás el telón de fondo de esos tres adorables títeres (o personajes) que maltratás tan humanamente... Excelente. SALUDOS. cardenas |
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31-01-2003 |
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Aunque sólo fuese por la última frase merece la pena. La sentencia definitiva. Pero y Gustavo, ¿de quién se vengará Gustavo?. Un saludo carlos |
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31-01-2003 |
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Me ha gustado un poco,sólo un poco.Le falta más salsa al asunto.A veces me pierdo entre tanta vulgaridad,porque esa vulgaridad hay que saber contarla con palabras buenas,palabras acorde con el escrito y acorde con la historia.Haz que sea entendible,da unos respiros al lector y elige nombres que no pueda uno identificarse con ellos,aunque sólo sea en el nombre.
Saludos.Manuel. lorenzomontserrat |
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31-01-2003 |
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Excelente venganza, excelente venganza...Saludos. mcavalieri |
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