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Inicio / Cuenteros Locales / Lolasanabria / MORIR DE AMORES, PERO NO TANTO

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Cada vez que me enamoro, sufro. Y eso me ocurre a menudo. Sería distinto si sólo me enamorase de una persona, un nombre, un sabor, un olor, un aire, unas nubes, una aurora boreal, un mar, un melocotón, un encaje, un filtiré, un tacto de terciopelo y seda. Pero no, sobrevivo a diferentes amores que se destilan y empañan el cristalino en forma de gotas que nunca acaban de relajar la presión de mis emociones internas. Sueño. A veces sueño con que me desvisto y dejo sobre la silla una blusa de satén donde se van estampando mis diferentes amores y allí quedan para que no se me amontonen dentro y me produzcan ese pequeño arañazo de dolor. Dejé Córdoba porque me mareaba el azahar del patio de Los Naranjos y me daba en el pecho, nada más pasar la puerta, el olor umbrío de la Mezquita. Dejé Lucena, Priego y Espejo porque, cada vez que pronunciaba sus nombres, se me aceleraba el corazón. Me regalaron un billete de tren para Huelva y lo acepté porque, ilusa de mí, creí que encontraría un poco de desamor. En seguida supe que aquel lugar tenía su río tintado de rojo, muchos colores de tierra removida, vías y trenes abandonados y un nombre que pasa la lengua por la piel : Tharsis. Y allí estuve removiendo dunas y secando salinas interiores sin dar abasto, entre adobos y pescaditos fritos y el agua teñida de sangre falsa y el mar intenso y estirado y las olas con sus rizos de encaje entrando en la playa de Punta Umbría. Y más gambas en cucuruchos y cervecita en la calle. Entonces llegó él con su color de aceituna, y puso una mano en mi brazo como muchos otros habían hecho antes y fue una caricia. No sé qué quería venderme, porque sé que algo quiso venderme, pero sólo recuerdo que las mesas y las sillas de plástico blanco, el cartel del restaurante “El lobo de mar”, las gaviotas caminando a pasitos cortos entre caparazones de nécoras y patas de cangrejos, el mar indivisible del cielo... Todo desapareció. “Sufre mal de amores”, dijo una enfermera de nombre Violeta de la que también me enamoré. Y me dio una pequeña receta para soportar tanto amor. “Un pellizquito en el brazo, poca cosa, lo justo para equilibrar” Me fui con él, color de aceituna, a Alejandría que es un nombre lindo, lindo de verdad y al que estoy prendida con un imperdible del que no me quiero soltar. De vez en cuando, un pellizquito en el brazo, lo justo para equilibrar.

Texto agregado el 09-02-2006, y leído por 269 visitantes. (10 votos)


Lectores Opinan
05-06-2006 Un texto magnífico. 5* Sophie
22-03-2006 hecho en falta un poco de diálogo en tus reflexiones-cuentos? tal parece que sólo hablases de tí misma pero me gusta como escribes aún creyendo que abusas un tanto de la descripción de las cosas.Saludos. naju
16-02-2006 Pensaba que lo había leído y al degustarlo, paladearlo, dejarme llevar por él, siento que lo debí leer estando ciega. Bello hasta emborrachar de belleza, de metáfora, de desear que no sea solo el relato sino esta historia que, sin saber por qué, me recuerda al realismo mágico. Mágica toda ella. Engrandece este lugar de encuentro. <<<si no te conociera de vista.... diría que eres una pluma mágica que vierte luz y color sobre la escritura. momoleante
16-02-2006 +++++ crazymouse
13-02-2006 Pellizquitos, pellizquitos... que magnífico recorrido; está buenísimo. Saludos. Nomecreona
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