Como una loba en celo atrapó a su hombre en un conjuro de brazos pasionales. Lo besó con premura, mientras sus ojos se perdían bajo las huellas de esa boca. Lamió el deseo de su piel internándose en lo profundo del cuello, para devorarlo en un sin fin de lenguas... Luego se rindió sobre su pecho, como un leve hilo rojizo declinando desde la comisura de sus labios, eco de ese infinito amor perdido...