Tuve un sueño y fue tan grande, maravilloso e impresionante
Que fue como tocar un átomo de nada con una esperanza.
Porque me miras así, cuento el paso del tiempo con el ritmo de mi respiración, y parecen horas. Horas en las que me veo reflejado en el rubor de tu mejilla, que se desnuda bajo la luz de tu sonrisa, mientras me difunde la calidez de un sueño de suave ternura en busca de tu luz.
El silencio que nos rodea nos mira con miles de ojos parpadeantes a nuestro ritmo y dueños de nuestra agobiante tranquilidad. Desvío mi mirada sin prisa, casi sin sentirlo; doy un largo parpadeo en el que me dejo llevar flotando por marejadas de los ecos de mi sueño y, sin siquiera saber cómo, me veo despertar y esbozo una sonrisa al comprenderme parte de la ilusión de una pasión.
Silencio mi respiración. Talvez las horas las imiten: para volar sin tiempo. Empiezo a dejar de sentirme. Y te imagino. Y estás aquí. Descanso mi cuerpo en tu suave abrazo que me seduce a dormir. Pasa el mundo, va y vuelve. Ya se cansa, ya sigue. Continúo insomne y me maravillo de que sigas aquí, de cómo sigues aquí. No duermo. Ni mi marasmo me adormece, ni me deja descansar. Recuerdo y cada una de las imágenes se va llevando un poco de ti, hasta dejarme herido de tan vacío: mis recuerdos, fotografías de la construcción de mi realidad que no se terminan de delinear, que no se puede cambiar. Crecen tanto que no dejan lugar para ti y contigo me voy perdiendo a mí mismo. Están pintadas de desazón, culpa y soledad; ya son tantas que ni siquiera sé donde es que ellas terminan y yo comienzo o siquiera si hay distinción…no existe.
Y es que esto es lo que soy: mi congoja, mi desilusión, mi desdén, mi peor compañía, mi agonía, mi tristeza. Ahora, no me contengo; y es que entre los abigarrados destellos de mi memoria y mi trémula respiración, te dirijo otra mirada que me dice que no has cambiado y que esto habrá de repetirse en una espiral cíclica que desciende.
Nunca podrías, pero no quiero compartir mi sentimiento contigo. No quiero tener que extrañarte… y ya comienzo. Lo hago, pero apenas puedo, esquivar tus ojos; porque me miras así.
|