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Ya estaba arreglando los arreos del caballo, estaba preparandome para ir. Por fin partiría. Llevaba esperando este momento toda mi vida. Ya llega mi madre con la comida para el viaje. La comida no me duraría mucho, como máximo una semana. Más tarde dependería del que cazare o comprara con el poco dinero que llevaba.
-Así que al fin te vas, - Dijo una voz conocida a mi espalda- sabes que, como padre, no apruebo tu viaje. Pero si te vas, por lo menos toma todo lo que puedo darte.
-Padre...
-Se que has trabajado duro a mis espaldas para comprarte el caballo y el equipaje. Sin embargo, antes de irte, coge mi espada, se que te gusta y que la manejas bien. De algo habrán servido mis clases. Fue un regalo del Rey por los servicios prestados en las campañas del norte. Coje también este poco oro que he conseguido reunir para ti. Y la última cosa que tengo para ti es la bendición de este viejo cascarrabias. ¿Aceptarás la bendición de este anciano?
-Por supuesto, padre.
Ahora si que estaba preparado. Subí a mi montura, Silmar, era un caballo castaño, fuerte y valeroso, me costó bastante pero era inteligente y rápido. Mientras me despedía de mi familia y de los amigos que se habían reunido para verme partir, pensaba en mi primer destino para empezar mis aventuras. Me giré por ultima vez para ver mi casa, puede ser no la volviese a ver. Espoleé a mi caballo y deje atrás mis oscuros pensamientos y mis tierras.
***
Había llegado a Azuel, por el camino había cazado alguna que otra liebre, sin embargo, al fin disfrutaba de una buena comida. Estaba en una taberna aprovechando lo poco que me quedaba de un guiso. Había dejado a Silmar al cuidado de un joven de unos establos próximos y mientras comía escuchaba la historia de un juglar. La historia trataba de las aventuras amorosas de un rey extrañamente semejante al nuestro.
Llevaba ya un par de semanas o tal vez meses recorriendo pueblos sin haber conseguido nada interesante. ¡Por que sería aquí distinto! ¡Por que habría algo en este maldito pueblo! Poco había durado mi afán aventurero.
Inmediatamente me arrepentí de mis pensamientos, porque, acababa de entrar un extraño hombre a la taberna. Iba totalmente mojado, cosa no muy extraña porque estaba lloviendo. Iba cubierto por una pesada capa con capucha que le cubría el rostro y cojeaba notablemente de una pierna. Se quitó el manto dejando ver un rostro cuidado pero con algunos arañazos recientes, parecía un hombre rico no acostumbrado a antros como aquel. Llevaba el pelo negro y corto con una pequeña barba.
-¡Tabernero! – gritó- ¡Una cerveza!
Casi se podía sentir la cerveza deslizándose por la garganta de aquel hombre. Todos se habían callado. Hasta el juglar guardaba silencio, tal vez para cazar alguna historia o tal vez para salvar el cuello. Ahora se podía sentir incluso el crepitar de las llamas de la chimenea.
-¡Pagaré una importando suma de dinero a aquel valiente joven que este dispuesto a ayudarme! – exclamó. Tal vez tu, joven señor, estés dispuesto a ayudarme – dijo señalándome.
-Escuchemos lo que tienes que decir – dije levantándome y acercando mi silla a el, por fin algo interesante pensaba esperanzado.
-¡Tabernero, otra cerveza para mi amigo! – dijo entusiasmado aquel extraño- Ahora que los parroquianos han perdido el interés por nosotros puedo presentarme. Soy Guillermo de Toledo. Soy un mercader bastante importante, viajaba hacia Córdoba con mi hija cuando unos salteadores nos atacaron. La poca escolta que llevaba resultó inútil contra ellos. No eran bandidos comunes, estos parecían entrenados. Sospecho que eran mercenarios de un viejo enemigo disfrazados de bandidos. Sospecha que se aclaró minutos más tarde cuando encontré una carta atada a una flecha. Tome aquí tiene la carta.

De Raimundo de Arquedán gran mercader de la ciudad de Ávila al ilustre mercader Guillermo de Toledo.
Espero que, habiendo leído esta carta decida responder y continuar lo que yo he empezado. Como supondrá su hija Alexia vino conmigo el pasado martes, primero del mes de octubre del año 975 de la era de nuestro Señor. Como sabe tengo la esperanza de poder contraer matrimonio con su hija, pero viendo su negativa he tomado la decisión de dejarlo en las manos de Dios. Si usted o un caballero que actúe en nombre suyo vence a mi siervo en un combate a muerte, ya sea a caballo o a pie, podrá elegir el destino de su hija. Si es vuestro caballero el que pierde podré casarme con su consentimiento con vuestra amada hija Alexia.
Si acepta el reto propuesto venga por el camino hacia Córdoba pasado el pueblo de Torrecampo, allí nos encontraremos en la explanada de la batalla. Le esperaré con impaciencia.
Raimundo de Arquedán.


-Como habrás comprobado estoy desesperado – confesó. Necesito tu ayuda, no eres un caballero pero en estos momentos no me importa. Te conseguiré un escudero y una armadura digna de un rey.
-Es una misión arriesgada señor.
-Lo sé, sin embargo, viendo como están las cosas... Entonces, aceptas el trabajo?
-Claro, es lo que estaba buscando.
-Perfecto saldremos mañana por la mañana. Ten preparado tu caballo.
***
Era una mañana bastante fría y húmeda, había mucha niebla pero esperábamos a que se aclararase. Mi escudero o el supuesto escudero era un poco más joven que yo. Iba a lomos de una vieja yegua que no sobreviría dos inviernos más. El chico, Fernando se llamaba, era una persona siempre dispuesta a dar un sonrisa. Era inteligente y fuerte, como tenia que ser cualquier escudero que se preciase. Había aceptado el trabajo porque su familia necesitaba el dinero y, como pensábamos que no tardaríamos mucho en estar de vuelta, no se lo pensó dos veces.
Habíamos pasado el viaje preparándonos para el encuentro. Yo entrenaba con la espada y mi nueva lanza. Mientras que Fernando practicaba como ponerme la armadura. Por lo menos Guillermo entendía bastante, si no, poco habría durado el engaño. Guillermo decía que no me manejaba mal con la espada, sin embargo, no se le veía muy convencido de mi victoria.
Guillermo, fiel a su palabra, me había comprado una armadura como parte de mi pago. La armadura consistía en una camisa de malla con las mangas hasta el codo, para no molestar en el momento de la lucha. Después una falda, también de malla, con unos cortes por delante y por detrás para poder usarla a caballo. La armadura en si era una coraza de acero para proteger el cuerpo. La coraza iba a juego con unos guanteletes y unas grebas. Finalmente un casco bastante sencillo que dejaba ver mi boca y mis ojos. Pensaba que me quedaba bien, aunque no había tenido la oportunidad de verme.
Ya me estaba replanteando la gran idea que fue irme de casa. Ahora no veía tan interesante abandonar mi hogar, y arriesgar mi vida por una joven doncella en peligro. Además no sabía si el tal Raimundo sería fiel a su palabra. Tal vez cuando llegáramos sería una emboscada. En fin, ya no había vuelta atrás. No podía quedar como un cobarde. Debía demostrar al mundo mi valía y demostrármelo al mí mismo.
Una vez en Torrecampo comimos en una posada y decidimos quedarnos a pasar la noche. Preguntamos a las gentes del lugar como era el campo donde tenía que enfrentarme a mi destino. No parecía el lugar adecuado para una emboscada, pero nunca se sabía lo que podía pasar.
También averiguamos que Raimundo, la joven Alexia y un caballero habían pasado por el pueblo. Se habían detenido un par de días y habían comprado suministros para una o dos semanas. Según parece no nos esperaban tan pronto allí, por lo menos los sorprenderíamos, pensé aliviado.
A Guillermo ya se le había curado prácticamente la pierna, según parece, se la habían herido cuando les atacaron los hombres de Raimundo. Ya podía cabalgar bien, si debíamos huir mejor estar en perfectas condiciones.
***
Otra mañana fría y húmeda pensé, ¡vaya suerte! Mientras nos acercábamos a la explanada vimos tres personas en el centro de la llanura, mientras se aclaraba la niebla. Una de las figuras era un hombre alto y estirado, con el cutis sombrío y la nariz alargada y ganchuda. Supuse que era el tal Raimundo, porque ese hombre no podía ser mi rival. La segunda persona era un hombre alto con aspecto de borracho pendenciero, ese hombre no podía ser un caballero – pensé. Aunque yo no tenía mucho más de gentilhombre. Iba ataviado con un peto de piel para protegerse un poco y con unos calzones bastante sencillos.
La tercera persona debía ser Alexia, la hija de Guillermo. Era bastante alta, de larga cabellera y figura estilizada. Nunca había visto un ser tan bello. Su rostro parecía divino, proveniente de uno ser de uno otro mundo. Sencillamente ella no podía ser real, debía encontrarme frente a un ángel o ante la misma Virgen María.
-Buenas tardes caballeros, no esperábamos encontraros tan pronto – dijo una voz haciéndome salir de mis pensamientos. Incluso no pensaba a que vinierais.
-No confíes en eso, Raimundo – exclamó Guillermo sin poder contenerse. He venido a recuperar lo mío. Suelta a mi hija, a quien has secuestrado.
-¡¿Cómo?! Ella decidió venir conmigo, ¿verdad preciosa?
-¡Bah, basta! – dije. Acabemos con esta mentira de una vez.
-Tranquilo enano. – dijo aquel gigante. No quieras avanzar tu muerte... Jajaja!
Aquel hombre debía creerse gracioso o incluso listo. Bueno no debería tener más de dos dedos de frente. Supuse que no me duraría mucho, debía ser lento y estúpido. Caería tras un par de estratagemas y fintas. Diría que, aquel hombre, nunca había recibido clases de como manejar una espada.
-¡Escudero! Mi espada y mi escudo.
Fernando, siempre presto y tal como habíamos ensayado, vino corriente con mis cosas. Me ató los últimos correajes de la coraza y me enganchó el escudo para que no se cayera en medio del combate.
-Desenfunda tu espada! Si es que te atreves – dije vacilando.
-¿Espada? Yo no uso de eso – dijo abalanzándose sobre mi blandiendo una enorme maza.
Por poco acaba aquí mi primer enfrentamiento a vida o muerte. Si no llego a dar un salto en el último momento, no se donde estaría. No perdí la reparación, aproveché la inercia de su ataque para intentar atacarle a traición. Pero cual fue mi sorpresa al ver que me estaba esperando. Tal vez subestimé mi adversario, no era el bobalicón que había esperado. Me vi obligado a bloquear su ataque con mi escudo. Ese golpe me destrozó el brazo. Si continuaba parando sus golpes con el escudo no duraría mucho. Decidí que solo debía bloquear así en casos excepcionales.
Ahora me tocaba a mí. Intenté hacer una vieja estratagema que usaba cuando era niño. Le ataqué directamente por delante. El otro convencido tomó la mejor posición para bloquear y contraatacar. Pero no se esperava lo que pasó. Caí al suelo. Bueno, mejor dicho, me tiré. Rápidamente me alcé y giré con la espada por delante intentando golpearle. Se vio obligado a saltar hacia atrás, pero no se libró por completo, le hice un profundo corte el brazo izquierdo.
-Vaya chico, no esperaba tanto de ti –Dijo mofándose. Lástima que debas acabar así. Serías un gran guerrero.
Inmediatamente se lanzó sobre mí. Me vi obligado a volver a parar con el escudo, pero algo fallaba. Al hacer la voltereta por el suelo se me había enganchado el escudo a una correa de la armadura. Tuve que moverme rápidamente para interponer el escudo por el medio y así salvar la vida. Ese golpe me lanzó por los suelos. Acabé unos metros rodando por el suelo. Por lo menos el escudo ya se había desenganchado. ¡Pero se había soltado del todo!
Vaya, ahora si que no podría bloquear con el escudo. Bueno, antes de que ser un estorbo sería un arma. Cogí el escudo y se lo lancé a la cara. Eso si era un golpe inesperado. No lo vio llegar y del golpe lo derribé. Ahora le sangraba el brazo y la nariz, pero yo tenia el brazo izquierdo destrozado y estaba siendo víctima del agotamiento.
Los dos nos paramos, podía decirse que estábamos igualados. Empezamos a girar, estudiandonos mutuamente. Esperando que el otro diese el siguiente paso. Hice una finta para ver su reacción, pero mantuvo su posición. Dimos una vuelta más e hice otra finta, pero esta vez no se quedó quieto. Cuando acabé mi movimiento, antes de que volviera a la guardia, atacó. Fue un ataque bestial. No paraba, me vivo obligado a retroceder luchando por mi vida. Debía sostener mi arma con las dos manos, el cansancio podía conmigo.
Boté hacia atrás para intentar despegarme de él. Conseguí alejarme durante unos instantes, pero volvió a lanzarse sobre mí. Pero algo le falló. Tropezó con mi escudo que, con mi salto había interpuesto entre nosotros. El no lo vio y cayó a mis pies. Antes de que no pudiere hacer nada ya tenía la punta de mi espada sobre su cuello.
-¡Ríndete! – exclamé, victorioso. No quiero acabar con tu vida.
-De acuerdo, tú ganas. Reconozco que has podido conmigo.
-Vaya! – gritó Fernando aliviado. Nunca había visto un combate igual. Ha sido sorprendente.
-Enhorabuena chico – Me felicitó Guillermo. No esperaba menos de ti. Bueno Raimundo, ya ves como ha acabado todo... – continuó. Raimundo!
El mercader al ver que su hombre perdía había cogido su caballo y había huido al galope.
-¿Le seguimos señor? – Pregunté a Guillermo
-Bueno...
-¡Basta ya! – Exclamó el hombre del suelo, mi hermano, harto de hacer de malo. ¿Por qué no jugamos a otra cosa? Yo quiero hacer de bueno.
-Pero si ahora viene lo más interesante... – Protesté.
-Venga – dijo mamá. ¿Porque no merendamos? Ya debe estar apunto de llegar vuestro padre.
En fin, no había sido un día aburrido. Aunque a mamá le hubiese tocado interpretar los peores papeles siempre disfrutábamos con sus juegos. Bueno, supongo que mañana me tocará a mí hacer de malo, pensé. ¡Como me gustaban esas tardes después del cole! ¡Ya estaba deseando a que viniera un nuevo día!
-¿Cuando acabarás tu nuevo libro mamá? –le pregunté, me gustaban mucho sus cuentos.
-Bueno, ya sabes que vosotros sois mi inspiración.

Texto agregado el 08-02-2006, y leído por 501 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
08-06-2007 vaya imaginación de niños... 5* osodepapel
22-11-2006 Muy bueno y un final que pocos esperarían. jonh
15-11-2006 Fe de erratas: Un gran relato con tu estilo bien definido, josef
15-11-2006 jajaja que sorpresa lo del juego de los chicos!!! Un gran con tu estilo bien definido, con esas luchas heriocas a las que nos tienes acostumbrado, aunque cada vez me gustan más en tu maravillosa novela! Un saludo!***** josef
08-09-2006 excelente me lograste manejar mi imaginacion llevandome a la accion aun mas que de constumbre con los escritos que suelo leer... bang me despiertas con el super golpe y me encasillas en la realidad de un juego cabaro
 
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