Si por si acaso hoy te dignarás a mirarme con ojos más allá que los que inspiran indiferencia, seguramente llorarías conmigo y sentirías mi pena.
No lloro por el hambre que siento, ni por el frio que carcome mis huesos, después de tanto divagar por las calles ya ha empezado afectarme menos, lloro por el recuerdo de una mañana soleada, debajo de mi techo de palma y mi piso de tierra, mi hamaca descolorida, esa que me regalo el abuelo, el día en que mi india, la mujer que tanto quiero, decidió compartir conmigo ese tibio lecho, ¡éramos tan felices!, las fiestas con mis amigos, eso si que era bueno, la chicha, el mañoco y el baile, que bellos fueron aquellos tiempos, de aquello solo queda el recuerdo y nada mas que eso. Aquí vinimos a parar, huyendo
de unos violentos que creyeron que nosotros valíamos menos, que por ser indios somos animales y no merecemos respeto, me sacaron de lo que es mío, me asustaron con ráfagas de fuego, me dijeron duras palabras que aun nisiquiera entiendo, allí se quedo mi hamaca, arrullo de bellos sueños, se quedo el picaflor, el roció mañanero, el cultivo de plátano y yuca, pero ante todo se quedo lo que mas quiero, ¡la tierra!, señor, ¡la tierra¡ regalo de mis ancestros, cultivo de esperanzas, refugió de mis recuerdos, en ella se quedo mi vida y por eso señor es que solo la muerte espero. Se que pasara de prisa y me mirara cuando este lejos, pensara que soy mariguanero, de eso yo no tengo, si solo chicha veo, bebía !que pena¡ esos fueron otros tiempos, ahora solamente me emborracho de hambre soledad y recuerdos, siga pasado y piense que no me ha visto, llegue a su casa y abrace sus hijos, siéntese en la mesa y coma
como rico, que yo seguiré aquí, divagando y buscando un techo esperando la hora alegre cuando nunca mas tenga que volver a verlo.
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