De un tiempo a esta parte mi máxima aspiración es pasar los 945 puntos de la víbora de mi celular, y lo más relajante es rascarme los testículos tirado en mi cama escuchando música, a veces AC-DC y otras Bob Dylan, pero generalmente dejo que me sorprenda el dial.
El porque y el cómo llegue a esta situación de somnolencia y abulia se ha transformado en una interrogante reiterativa, ¿qué reflejo hacia fuera, para que crean que estoy enfermo?. Los más entendidos han diagnosticado depresión, pero no lo veo, ni lo siento así. No me siento que viva un estado depresivo, tampoco me mentiré y proclamare esta etapa como un autoanálisis, porque no lo es... simplemente me quede sin bencina en medio de la carretera.
“Son las 12:30 horas de Chile continental...” el resto no me sirve y cuelgo el teléfono, es increíble y no tiene nada que ver con mi actual estado, pero no tengo ningún reloj en mi casa. Solo mi madre tiene uno que camina y esta la hora, pero se lo lleva en la pulsera y ahora esta en la misa dominical.
Yo tuve muchos relojes cuando chico, y de grande también, los perdía siempre, no me duraban un mes completo, mi papá me retaba pero a la otra semana llegaba con uno nuevo. Tuve muchos de diferentes colores y formas, pero era por estética, por sentir mi muñeca con algo, nunca me intereso el tiempo, es algo que no debería existir, lo único que logra es encasillar en tres grandes grupos todos los sucesos de la vida, el pasado, el presente y el futuro. Personalmente pienso mucho en el pasado y poco en el presente, pero el futuro ha gran escala es algo que definitivamente no me atrae; ni la vuelta clases de la universidad, ni un mes de verano que aun queda, ni nada que sea posterior ha esta fecha en él calendario.
Camino a la pieza de mi madre, no sin antes beber algo de leche, enciendo la T.V y me tiro en su cama recién hecha. Un partido de fútbol español me desliga de la realidad, pero no me interesa escuchar los insulsos comentarios de los relatores, presiono el botón azul que dice mute, pero no funciona, no hay pilas y pararme no esta en mis planes.
Un humilde equipo de camiseta amarilla vence 1 por 0 a un poderoso y ostentoso equipo de traje blanco. Un relator dice que el humilde equipo se olvido del “miedo escénico” que significa jugar de visita y contra el puntero del campeonato y por eso esta ganando. El otro comentador habla que el archirival del equipo blanco prometio dinero a los amarillos para ganar el partido ya que era la ultima fecha del campeonato, y por eso estaban muy motivados... muy motivados.
Nunca había pensado en eso, en el significado de motivación en mi vida, a lo mejor la respuesta de todo lo que me ocurre es que me falta motivación, algo que no conocía hasta hoy. ¿Qué fue lo que me desmotivo? ¿Qué será lo que me puede motivar?. Un hecho relevante, con características de noticia en que me vea involucrado, un partido de fútbol que Chile gane, una mujer...
Mis ojos se cierran solos y no los abro hasta que mi madre me zamarrea y me despierta para ir a almorzar, pero vuelvo corporalmente, por que mi mente aun esta cavilando sobre las motivaciones y la conclusión me dejo perplejo y con miedo, aunque al parecer es verdad... lo único que en estos momentos me motivaría, y quizás cambiaría mi rutina, seria recibir una noticia de ella, desde su lejanía, desde su ausencia.
- Necesito que me hagas un favor, mañana anda al banco y deposítame en mi cuenta este cheque. Anda al banco que esta al frente de la plaza. No importa la hora, pero trata que sea temprano, habrá menos gente.
- No hay problema mamá, haré lo que tu digas.
Mi madre trata de encomendarme labores para mantenerme ocupado, y motivado, pero no sabe que se equivoca. La motivación que necesito no tiene nada que ver con hacerme sentir útil, creo que es patético lo que mi madre intenta, pero no me incomoda ir al banco, por eso lo hago, y de paso mi mamá piensa que su labor de madre es un éxito.
Es tarde y el banco no esta lleno, mi mamá me engaño. El guardia de seguridad me atiende, él tramite es más sencillo de lo que imaginaba por lo que me pongo a mirar y clasificar a la gente del banco, un cajero y su sonrisa, una mujer con un niño en brazos, dos hombres altos con lentes, el servicial guardia, una “mina” que viste formalmente, con unas carpetas en la mano por lo que deduzco que trabaja en el banco. La verdad es que hay más gente, pero me quedo pegado con la mina, que juraría que si estuviera vestida más artesa seria igual a ella.
Justo en el momento en que cierro la puerta y salgo del banco, una voz grita algo que me pareció lo más cliché que he oído en el ultimo tiempo... “todos al suelo esto es un asalto”. Se sienten balas, pero yo estoy lo suficientemente lejos como para que me alcancen. Mientras sigo caminando, imagino que estará haciendo ella ahora Brasil, también pienso en la “mina” del banco, tal vez estudio ingeniería comercial en una privada, quizás casada o con pololo, o es hija del dueño del banco y esta soltera y esperando por algún gil con plata, o será lesbiana?... Esos pensamientos me excitan un tanto, mientras un Toyota tercel pasa velozmente por mi lado y atropella a dos transeúntes de sexo y edad indefinidos para mí, por que no me fije bien, disparan y la gente se congela mirando sangrar a los heridos.
Cuando el sol se hace más espeso, me da sed por lo que me apuro por llegar a casa y beber agua, jugo o bebida. Ella no era así, no estudio en una privada, no era casada, su padre no es dueño de un banco y definitivamente no es lesbiana, a lo más bisexual. Me aterra imaginarme que nunca me despegare de su imagen, del recuerdo, mi vida gira en torno a ella aunque este lejos, en otro país.
Me cuesta abrir la puerta. Por mas que empujo, algo traba la hendidura, pero la fuerza la hace ceder. Un sobre café era el impedimento para entrar a mi casa. El sobre tiene varios timbres y tres estampillas con la imagen del pan de azúcar...
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