El Morro
En la ciudad de Tomé, al sur de Chile, existe un cerro llamado «El Morro».
Este cerro puede ser alcanzado por cualquiera que lo desee y, por eso, a todos nos permite ganar las cumbres borgeanas de cada día. Gran parte de este cerro está adentrado en el mar y, sin embargo, las poderosas olas que lo atacan no han logrado lo que consiguen las personas: llegar a la cima.
Entre los jóvenes estudiantes de este pueblo se ha arraigado una costumbre: cuando se forma una nueva pareja; o sea, ambos se unen por primera vez, para ser reconocida como tal por los amigos se realiza una ceremonia de festejo, que se expresa en un matrimonio simbólico.
Al lado norte del cerro, un viejo árbol (siempre el mismo) hace las veces de altar, sus ramas añosas, pero sin cansancio, ofrecen variados asientos para algunos asistentes. El resto de los estudiantes de pie, uniformados, realzan el ritual y le dan, a la vez, un cierto entorno de veracidad.
Allí nos comprometimos con Juanita. Un compañero, su hermano, fue el testigo más mudo.
Ella extendió sus manos, tímidas, cerradas. Sus puños, la mirada esquiva, una sonrisa nerviosa y una despedida hasta la clase de mañana cerró una promesa inconclusa. Los compañeros me felicitaron, yo arranque a mi casa para evitar que alguien me restara un poco de mi confusión.
Ella nunca abrió sus manos, no me hablaron sus palmas, nuestros dedos nunca se entrecruzaron.
El hermano, más temprano que tarde, recuperó la voz.
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