Venus negra
-»Me llamo Baruch, y te puedo confiar que tú eres el cristal más bello conocido»-
- «Yo me llamo Venus, y temo al engaño»-
- «Ahora entiendo porque no necesitas satélites, tu forma divina te basta para sobresalir»-
-»Tus palabras son falsas, tú lo sabes. Estás demasiado cerca, mi imagen se difumina, ni aun tu mejor espejo puede evitarlo»-
-»A pesar de ser perfecta, un día te soñé sin brazos; pero acariciante. A partir de esa noche te amo y busco tu dualidad: esposa, amante y sublime»-
-»Mira, yo inventé el amor, el mundo me debe todas sus manifestaciones, me debe además la fecundación, pero sobre todo, Baruch, sé de la mixtificación de los hombres»-
-»Igual que el pensamiento permaneces enjaulada. Tu figura es perfecta (la llaman beldad), incitas a la pasión, si te niegas a amar te convertirás en estatua»-
-»Sólo soy agraciada, bien parecida, pero efímera. Intuyo que tú permanecerás, quizá a través de los lentes del tiempo. No es necesario que disimules por una llamarada en tránsito. Huiré cada vez que aparezca el sol»-
Venus sabía que estaba señalada, era un símbolo del deseo. A ella, que nació de la espuma del mar, le fue encargado mantener vivo el amor por siempre. Así también fue presagiada: sólo aparecería en la medida que se alejara. Ella sabía que Baruch le mentía y lamentaba que sus palabras no fueran sinceras. Destinada a regir la primera escenificación de todos los placeres sería eternamente hermosa (en un lugar la conocían como Kipalis). Los dioses la crearon como un canto a la fecundidad, pero ella se consideraba una melodía triste. Para atenuar sus impulsos, en el futuro, la presentarían con el cuerpo incompleto y muy pálida.
Baruch, en cambio, sólo quería expresarse, sin tener certeza de sus sentimientos era transparente como los vidrios que trabajaba y esta mujer le llegaba en una plenitud hasta el momento desconocida. La mentira, como a todo ser humano, no le era ajena.
Venus adoraba la idea de ceder ante Baruch y lo hizo. Fue condenada a vivir, envidiar, sufrir ausencias, ebanizarse.
Cada día Venus se va humanizando.
Baruch, cada cien años, se endiosa un poco más.
|