Caminé perdido por los caminos de Dios, pensando simplemente en encontrar dentro de mi aquello que perdí después de tu marcha, en el recorrido encontré un árbol. Sus frutos brillaban como pequeños soles en un firmamento de hojas verdes. El color que desprendían me atrajo, atrapándome en un compendio de emociones, me senté bajo su sombra simplemente contemplando aquella visión que me llenaba de paz interior.
Sin saber como me sumergí en un dulce sueño, viaje por los senderos de mi vida, pudiendo ver cada uno de los momentos que me convirtieron en lo que ahora mismo me sentía.
FELICIDAD
Jamás me había fijado en el ruido de mis pasos al caminar, pisando el suelo, haciendo vibrar cuanto tocaban, sin cesar, mis suelas marcaban un ritmo que se convertía en música al compás de los latidos de mi corazón.
Aquel día todo parecía hermoso, bello, lleno de color. El sol acariciaba mi cara, su luz convertía mis simples ojos marrones en pequeñas piedras preciosas con destellos verdosos y el césped que cubría aquellos parajes irradiaba un sentimiento de renacimiento allá donde mirara.
Me sentía feliz, único, esplendoroso. Todo lo que me rodeaba se entregaba a mí, para hacer que mi sonrisa se dibujara hasta el infinito, creando mundos, muecas rebosantes de alegría que llenaban mi más adentro para que en una explosión multicolor se expandiera hacia mas allá de mi persona, hacia aquel lugar donde me esperabas, donde te encontré.
TRISTEZA
Hacían varios meses que la incertidumbre rodeaba mi casa, mi abuela periódicamente era trasladada al hospital para hacerse pruebas. Recuerdo el sufrimiento de mi madre cada vez que la llevamos hacia aquel lugar frío y con olor desagradable que nos embadurnaba, sin dejarnos hasta que no nos encontrábamos a bastante distancia de el.
Aquel año el día de la madre la cogió en el hospital, como cada vez, me acerqué a comprarle unas flores y se las llevé al hospital, creo que no estuve ni media hora, sin saber que sería la última vez que la vería sonriendo, mirándome como ella solo lo hacía, orgullosa, dulcemente.
Creo que le di un beso y me despedí sin más. A los pocos días sonó el teléfono, ya no me miraría como ella solamente era capaz de hacerlo.
Lloré.
IRA
El alcohol y las drogas me acompañaron demasiado tiempo durante aquella época, y mi destrucción física aboco a mi desolación mental, los problemas mas vacuos y sencillos me causaban un cúmulo de problemas sin sentido.
Aquel día, vivía en una realidad que solamente yo podía comprender, nos encaminamos a mi casa y un simple comentario me saco de mis casillas, discutí más de media hora, simplemente se podían escuchar palabras sin ningún sentido que salían roncas de mi voz etílica y perdida. El cerebro se cerró en banda y ella se marchó.
Una rabia fuera de lo común y de control me inundó, durante un momento creí volverme ciego y mi brazo salió disparado hacia aquel cristal inerte.
Un ruido resonó en todo el bloque haciéndose eterno y efímero. Un instante, una eternidad, un charco de sangre broto de la fuente de mi mano.
Desperté solo y aterrado de mi mismo.
RENACIMIENTO
Fue un día como cualquier otro, un día lluvioso, gris nada fuera de lo común pero pude alcanzar a ver una estrella que iluminó todo los pensamientos dormidos dentro de mi.
Aquella tarde conocí de nuevo el amor del adolescente inexperto, la ilusión del niño que encontraba la juguetería más grande del mundo y la felicidad de aquel recuerdo olvidado.
Pero sobre todo aquella tarde me noté florecer, fue doloroso en cierta forma, pero surgí de la crisálida en la cual estaba encerrado.
Me conocí, descubrí mis límites e intente superarlos. Todo gracias a aquella estrella que me iluminó y me cegó para después poder ver mejor a través de mi ventana.
Desperté de aquella breve siesta bajo el árbol de la vida, me sentía muy relajado, despierto, con ganas de seguir aquel viaje que emprendí el mismo día que nací y el aire entro por primera vez en mis pulmones.
Aquel sueño me había llenado de recuerdos que dejaron aquellas marcas en mi cuerpo, que me enseñaron lo bonito que era despertarse cada día y buscar intersecciones en la monotonía de las cosas, a apreciar lo mas mínimo y a no querer mas de lo que uno mismo era.
Sonriendo me acerque hacía aquellos frutos y cogí uno con mis manos desnudas que acariciaron aquel aterciopelado regalo divino, noté el jugoso gusto y me sentí único en ese momento.
Me rasqué la cabeza y seguí caminando, escuchando aquella música celestial de mis pasos en busca de nuevos recuerdos y experiencias.
Soy feliz tal y como soy, pensé, ¿Qué más puedo pedir?
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