Jugaba con la llave en el bolsillo sin decidirse a usarla.
Si entraba y la sorprendía con otro, él ¿qué haría?
Si abría lentamente y ella lo esperaba. él ¿se sorprendería?
Si compraba unos bombones y esperaba hasta el anochecer para penetrar en la casa, ella ¿se alegraría?
Preguntas y más preguntas giraban en su cabeza, al fin se decidió: empuñó la llave y la metió en la cerradura, pero aquélla no giró; insistió, y ésta se resistió. Rabioso miró el trocito de bronce en su mano y en ese momento se percató que se había equivocado, la puerta elegida, no era la de su casa.
Texto agregado el 06-02-2006, y leído por 100
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