Un rojo atardecer y un viento helado le señalaban que ese seria su día. Desde donde estaba podía escuchar a un publico sediento de sangre que exigía ver acción, el cuidado extra que le habían dado y un alimento mejor que el de otros días le parecían extrañamente inusuales, pero su mente no le alcanzaba para comprender el destino que pronto tendría que enfrentar, el solo era un animal, una bestia, no entendía nada.
Siempre llevo una vida tranquila al lado de los suyos, pastar en la hierba todos los días, correr por las praderas y jugar con los demás eran sus diversiones preferidas, y pensó que así continuaría para siempre.
Paso un poco de tiempo y el grito del publico lo despertó de su sesión de recuerdos, al fin llego su turno, fue liberado de la prisión donde estaba y fue obligado a salir al ruedo donde el cielo rojo lo recibía. Una nube pasajera derramaba un poco de lagrimas, como si supiera el fatal destino que la bestia tenia, no podría evitarlo, desde el día que nació había sido elegido para el espectáculo, su vida fue cambiada por unas monedas, lo habían cuidado bien, pero era el momento de pagar. A su alrededor podía ver a su publico que estaba ansioso de ver como es que la vida se le escapaba de su cuerpo, la bestia estaba muy asustada por el ruido e intento esconderse, pero no la dejaron, regreso a la mitad del ruedo y entonces ahí lo pudo ver, desde el otro lado salía de una gran puerta, una figura imponente y atlética, un cegador traje de luces y una hipnotizante sonrisa, el publico gritaba su nombre: “ matador , matador” la bestia aun no comprendía y ya no podía moverse por el miedo que el publico le causaba.
Después de unos instantes de silencio que sirvieron como presentación el matador tomo su espada y su hermosa capa roja y se acerco a la bestia que estaba tan confundida, se lanzo sobre ella y la bestia al fin comprendió de que se trataba esto, tenia que defenderse o morir, evito el golpe de la espada y así empezó una macabra danza que el publico no dejaba de observar, esperando el momento en que la espada mataría a la bestia, las apuestas y el dinero comenzaban a circular. La bestia se defendía, sentía tanto miedo, se distrajo un momento y la espada le arranco una oreja, el matador la tomo y la mostró al publico que gritaba demasiado fuerte, la bestia sangraba y sentía mucho dolor, de pronto vio una manera de huir de la muerte, si tenia fuerza suficiente podría escapar del ruedo saltando a donde se encontraba el publico, desde ahí encontraría una manera de salir. Corrió y salto tan fuerte como pudo pero no pudo alcanzar a llegar y cayo al suelo, el matador se acerco a la bestia y le clavo su espada en el vientre, sintió tanto dolor y dirigió su mirada al matador que sonreía de una manera tétrica, disfrutaba lo que estaba haciendo, la bestia respiro por ultima vez y sus ojos se llenaron de algo que parecían ser lagrimas, pero eso era imposible, las bestias no lloraban, no tenían sentimientos, y el espectáculo termino.
“Pajarito” (así lo habían llamado) era la ultima bestia sacrificada, el matador tomo su cuerpo y le corto los brazos, la sangre fluía tiñendo de rojo el suelo, después las piernas y finalmente la cabeza, la cual llevaría a su casa como trofeo y recuerdo de otro de sus tantísimos triunfos, la colocaría en una vitrina junto a todas las demás y las presumiría a sus visitas. Uso la capa roja para limpiar la sangre de la bestia de su espada y se fue muy feliz por lo que había hecho.
La tarde había terminado y los toros se iban satisfechos por el espectáculo que habían presenciado, en especial el ultimo fue el mejor, había sido un magnifico ejemplar, de piel oscura, con un peso de 80 kilos y cabellera larga que se defendió de una manera increíble, las corridas de humanos eran un espectáculo en verdad maravilloso, que les servia para distraerse de sus problemas cotidianos, al igual que otras actividades banales como el estar a la moda y los cuidados especiales que debían tener con sus cuernos para que fueran resistentes y les duraran toda la vida.