D O N P E D R O .
En nuestra vida de pareja ... ¿cuántas veces lavé tu carné, hice desaparecer los
nombres, direcciones y teléfonos de tus amistades desde tu libretita ?
A veces tu dinero salía flotando en el momento del enjuague.
La verdad es que nunca me gustó revisar tus bolsillos ni tu cajón del velador y
mucho menos abrir tus cartas que por lo general eran sólo avisos de cobranza o
simplemente propaganda; no perdonaría que me lo hicieras a mi.
Aquí volvían a mi mente las reflexiones de mi madre que como señora de otra
época acostumbraba a hablar en proverbios:
“ No hagas a otros lo que no quieras que te hagan a ti" .
Después de no se cuántos enojos tuyos, que coincidieron con tus viajes para renovar
el carné; decidí sacar mecánicamente todo lo que hubiera en tus bolsillos apilarlo
sobre la cama y después zambullir todo en el cajón de tu velador.
Pero, cierto día algo llamó mi atención al abrir tu cajón, para depositar tu papaleo
lo noté como más pesado o como que algo lo atascaba; lo abrí íntegramente , moví
mi mano en abanico para emparejar su contenido y me quedé palizada, al tocar lo
extraño ... “ u n r e v o l v e r “ .
Nunca pensé que me iba a producir tanta conmoción el ver de cerca un arma de
fuego. Cerré rápidamente el cajón y arranqué para el baño e hice funcionar la
lavadora luego apoyé la espalda en la pared fría y poco a poco recuperé la
serenidad. Volví al dormitorio; abrí el cajón, todavía, estaba allí; llena de miedo pero
sacando fuerzas de flaqueza tomé ese armatoste y comencé a manipularlo, a
palpar sus formas. A partir de entonces cada día, aunque, no tuviera lavado abría
el cajón para tomarlo; lo examinaba en detalle y solía preguntarle por posibles
aventura cuando estaba en otras manos, si hasta le puse un nombre: lo bauticé:
“D O N PE D R O”, y recorría a lo largo y a lo ancho toda su estructura
deteniéndome para acariciar su suave segmento de noble madera.
Cuando tenías esos pesados turnos de noche, yo, colocaba a “D O N P E D RO”
sobre el velador y le contaba todas mis penas y alegrías; de nuestros proyectos de
juventud de tus éxitos y fracasos y él “todo un caballero” escuchaba cada una de
mis cuitas sin inmutarse, luego cuando me vencía el sueño lo devolvía a su lugar.
Cuando tenías tu día libre, conversando de cualquier cosa; hacías la policía en tu
cajoncito; revisabas y guardabas lo útil. Y yo, con una bolsa de supermercado
esperaba lo inservible. Luego nos íbamos al mall para almorzar, vitrinear, ver algún
estreno en el cine etc. Todo funcionaba bien en cada día de nuestras vidas.
Pero.
Aquel día ... después de cumplir el rito del vaciado ... me llamó la atención aquel
rectángulo de color azul ... demasiado azul. Lo tomé ... era una boleta de servicios;
más grande que lo normal ..., pero ... una boleta ; la leí :
M O T E L “E L F A I S A N AZUL “
FECHA .............. “ A Y E R “
CÓCTEL ........... $ XXXXX
ESTADÍA .......... $ XXXXXXX
IMPUESTOS ............ $ XXXXX
PROPINA ........... $ XXXX
_________________________________
TOTAL .....................$ XXXXXXXX .
Como en una nebulosa observé los valores, me tiré sobre la cama matrimonial a
llorar mi desencanto, estiré mi brazo para sacar a “ D O N PE D R O” , pero no
tuve valor para contárselo, él tampoco hizo comentarios.
Cuando llegaste del trabajo, te sentaste a cenar ; yo, como de costumbre en frente
tuyo; te miré con ojos de pregunta al tiempo que presionaba el armatoste que
ocultaba debajo del rectángulo azul.
Tu... me miraste fijamente...
¡Tenías tres ojos, para hacerlo!
E l adicional, fue el ojo que “D O N P E D R O” abrió en el centro de tu frente,
y que vertía gotas de roja vergüenza .
Una vez más...
Un noble caballero había cobrado por la afrenta infringida a una dama.
PANTERA .1
|