Mis recuerdos bailan tras tu paso, a tus pies, a tu figura, mi princesa de los juguetes de antaño, de los juguetes perdidos y alejados en cajas de cartón. Pensamientos alejados que en cuentos disonantes nocturnos, como melodías sin el ruido de grillos cocinados, se alejan de zumbidos de los animales que intentan devorarme un poco, y me persiguen las libélulas y me quieren comer los gusanos.
No hay mucho espacio donde guarecerme de tu recuerdo, durmientes y murmullos asesinos que se esconden tras mis fronteras más lejanas y dispersas, un sólo bals con tu sombra me acompaña y te trae de vuelta, y juegas con mi mente; pendientes de madera encierran en este encuentro involuntario a esa ausencia de los días a tu lado, estando tan lejos de mí con tu piel brillante sobre mi cuerpo sudado.
Pequeña, diminuta princesa de los juguetes de mis recuerdos más oscuros y lejanos, la tela te salva de mis embates, los límites nunca quedaron tan lejos de este nuevo horizonte lejano de oriente que no me permite escapar de esas cosas que aún no extraño de tí, porque no has nacido.
Yace entre las rocas un trozo de sueño quemado, y tu rosto se ilumina un día después; no abandono los fragmentos de mente deteriorada por los años, porque existe fuera de mi cerebro, una sonrisa burlona destinada a escapar de un beso no dado y un abrazo que no termina de cerrar por compartido, mientras seguimos jugando a hacer el amor, aún tú sin vida para disfrutarlo, por ello desapareces en mi armario cuando me pongo a escribir. |