Las luces de la pequeña avioneta se veían a lo lejos. Se iban acercando poco a poco. De pronto se perdían entre las nubes y aparecían otra vez, rojas, verdes, brillantes. Joaquín caminó hacia la orilla del río y dijo algo que no escuché. –No te escuché, ¿qué dijiste?, volteó la cabeza, me miró extrañado. - ¿Qué?, preguntó, haciendo una mueca y frunciendo el seño, repetí:-¿Qué dijiste?,…
! No dije nada…! respondió enojado.
Caminé hasta la orilla, junto a él, ¿por qué te enojas?, No estoy enojado, solo que siempre estás preguntándome si dije algo..Y no he dicho nada.
Lo miré intrigada y levanté los hombros sorprendida, estaba segura de que había dicho algo, al igual que las otras veces. Ya había pasado esto antes, era cierto lo que él decía, yo siempre estaba preguntándole..¿Qué dijiste? Y el siempre contestando ¡nada, no dije nada!
El día del avión, pasó igual. Podría jurar que me dijo algo, escuché su voz, era en un solo tono, como si tuviese la boca casi cerrada y emitiera las palabras por una rendija formada por los labios, casi como cuando se dice un secreto.
Me senté en una roca, metí los pies en el río, tal como lo hacía siempre cuando íbamos allá, él hizo lo mismo, me miró y sonrió, metió la mano al agua y me salpicó la cara. Al tratar de esquivar las gotas que venían hacia mí, perdí el equilibrio y caí de espaldas. El se reía a carcajadas en tanto que pedía disculpas y estiraba el brazo para ayudarme a salir. – Disculpa, fue sin intención, solamente quería mojarte la cara.
¿Qué?, le pregunté, no te escucho, repite.
No dije nada, solo te miré, contestó.
Desde la ventana del sanatorio veo pasar los aviones, siempre iguales, luces verdes, rojas, intermitentes, brillantes.
Marco en la pared otro punto, otro día sin verte. Me dejaste aquí dormida, cuando desperté no te encontré, no sé donde estás ni qué hago aquí.
La enfermera trae los calmantes para calmar mi calma y yo me calmo más.
Pienso que llegarás al día siguiente, pero debo marcar otro punto, los puntos son tantos que ya no los puedo contar.
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