Sentado en una banqueta,
está un hombre con sucia chaqueta,
con barba crecida y pelo despeinado,
nadie le mira pues está tomado.
La gente que pasa lo ve con desprecio,
todos lo ignoran para él no hay aprecio,
aunque usted no lo crea, se oye su voz,
reza despacito, alaba a su dios,
No tiene más que un camino,
seguir por el mundo tomando más vino,
su fiel compañera es una botella,
que siempre la besa y recuerda a aquella,
¡ Sí! Esa fue la causa principal,
una mujer lo indujo al mal,
lo colmó de besos llenos de veneno,
se olvido de todo y dejó lo bueno.
La gente le grita ¡ Borracho sinvergüenza!
y nadie en su familia piensa,
no saben que él es un enfermo,
que le pide ayuda a su dios eterno,
que tal vez la misma sociedad lo indujo,
con su actitud despreciable y el embrujo,
de aquella primera copa del cochino vino,
que lo llevó a la perdición y le cambió el destino.
Con trabajo se mantiene en pie,
llora despacito, nadie lo ve,
platica solito, dice no sé que,
y siempre a dios le pide fe,
se oye su llanto, como un lamento,
su triste suspiro se lo lleva el viento,
busca afanosamente algún consuelo,
alza sus manos e implora al cielo,
pronto, muy pronto mi dios bendito vino a recogerlo.
A todos los que se debaten en el alcoholismo.
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