Nada más te vi. No voy a negar que al principio me fijé más en lo superficial porque lo único que sabia de vos era tu nombre. Creo que te divirtió la forma en que yo hablaba, si no me equivoco lo primero que me preguntaste fue si era argentina. Me gusto la idea de tenerte, aunque no estaba nada segura. Para mi todavía era como espiar al chico mas lindo del colegio durante el recreo.
A veces hago cosas sin pensar. Mejor dicho, siempre hago las cosas sin pensar y a veces me salen mal. Moría por un beso tuyo esa noche, no entiendo porque me deje llevar y entonces tuvimos nuestra primera discusión en un taxi. Nadie tenía nada que reclamar pero de alguna manera los dos nos sentimos tocados por la situación. No sabía como volver a ganar tu confianza de 4 días. No se si ese beso apurado fue la mejor decisión, pero como te digo no pienso demasiado para algunas cosas: solo hago (y espero que todo salga bien).
No dijimos nada pero nos dijimos todo. Esos 5 últimos días fueron los mejores. Tenía la sensación de conocerte hace mil años, nos reíamos juntos de las mismas idioteces, esas cosas que solo con algunas personas te pasan. Pero también sabía que era cuestión de tiempo para que todo se acabe.
La despedida fue lo peor: bajar corriendo las escaleras para encontrar que ya no estabas. Otra vez, a otra cosa, mariposa.
1, 2, 3 y 4 viajes más se hicieron. Y hubieron abrazos, mimos, desayunos en la cama, regalos, peleas, llantos, carcajadas, Monopoly con amigos, domingos en pijama, camas sin hacer, besos, una peli bien tapados, fiaca, ganas, recuerdos, proyectos, silencio, música, tacos mexicanos, queso suizo, fantasías, realidades, futuro, vino, tinto o blanco, sexo, ilusiones, esperanzas, cartas, perfumes, amor, broncas, deseos y vida. Eso, mucha vida.
Y entonces la mariposa por primera vez se quedó en casa.
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