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Inicio / Cuenteros Locales / Lolasanabria / FRÍO, TEMPLADO, CALIENTE

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Después de meses de olor a Nenuco, jabón, polvos de talco y camisitas de bebé secándose en los radiadores, llegó el momento de cambiarlo por el del cuero, la madera y el ambientador. Preparé biberones, leche en polvo y Milton para esterilizar, saqué del armario la falda negra, el suéter verde, las medias y los zapatos negros, me vestí y maquillé con esmero y salí del piso dejando mi niño al cuidado de mi madre.

Había pasado parte de la mañana, hablando y enseñando las fotografías de mi hijo a las compañeras de oficina, cuando me llamó mi jefe. Entré en su despacho, me senté frente al ordenador de la mesa supletoria, crucé las piernas, tiré de la falda hasta las rodillas, y me dispuse a escribir. Él dejó su sillón, tras la gran mesa de caoba, y comenzó a pasear, como era su costumbre, mientras dictaba con el tono impersonal de siempre. Los zapatos con un leve crujido de piel nueva, de un lado a otro, hundiéndose apenas en la moqueta gris, y un Mont Blanc de oro en la mano derecha con el pulgar presionando la bola que sacaba y retiraba su punta. Al poco rato, se paró ante su mesa, cogió una botellita de agua, llenó un vaso y bebió. Miré mi reloj, pensé que a esa hora mi bebé estaría tomando su primer biberón y sentí la nostalgia de las tardes, cuando se dormía con una mano sobre mi pecho izquierdo y el pezón retenido en la humedad de su boca. Dormitábamos y suspirábamos y así nos encontraba mi marido cuando regresaba de la oficina. Se llevaba al niño a la cuna, volvía, se arrodillaba delante de mí, mojaba la yema de su dedo índice en saliva y lo pasaba suave y en círculos, por mis pezones irritados. El ruido del vaso sobre la mesa, me devolvió a la oficina y a mi jefe que había reanudado sus paseos y el dictado de la carta. Fue entonces cuando sentí los pequeños ríos de calor subir y desembocar en una pequeña mancha a dos dedos del latido acelerado de mi corazón. Al dar la vuelta en su paseo, se dio cuenta. Se paró y después de unos segundos de titubeos continuó, intentando dejar su mirada en el marfil de la pared, pero siempre volvían a la humedad que se iba extendiendo en el cachemir de mi suéter adaptándose a la forma de mis pezones. Mi jefe se había callado. Lo miré y vi las pequeñas gotitas en su frente. Volvió a la mesa, sacó un clínex del paquete, se enjugó el sudor y, vuelto de espaldas, me dijo: "Por hoy hemos terminado. Puede marcharse". Guardé la carta, cerré el ordenador, me levanté y salí. Cuando me alejaba por el pasillo, le oí ordenar que nadie lo molestara. Después escuché el roce del pestillo de su despacho.

Texto agregado el 04-02-2006, y leído por 278 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
10-02-2006 La imaginación al poder... (jefe, patrón...). Muy sensual. El final, un tanto "reprimido", y enclaustrado y jocoso, no desmerece el buen hacer de su conjunto. azulada
09-02-2006 jaja, no esperaba ese final para nada, muy bueno el giro para terminar,´a traición, me ha encantao. Saludos. nomecreona
07-02-2006 muy bueno Lola, está muy bien descrita la situación, felicidades! Soy_Naixem
07-02-2006 Por fin alguien que pone al jefe en apuros! Muy buen texto, con imágenes más que palabras. Felicidades! jau
06-02-2006 ¿Como se puede mejorar este texto, lleno de vida, ternura y sensualidad? Simplemente perfecto Besos fmorgan
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