SOTTOVOCE


Laconio era un individuo de voz apenas audible. Un mal congénito en las cuerdas vocales lo constreñía a expresarse con un susurro imperceptible. Debía realizar un munífico esfuerzo para ser oído por sus pares, pero gracias a esa debilidad vocal acallaba a sus interlocutores que hacían un respetuoso silencio para escucharlo. La de Laconio era una voz celestial. Y esa voz que de las alturas descendía con meridiana claridad tenía mayor persuasión que los vociferados discursos.
Así fue contagiando a sus oyentes que corrigieron su dicción otrora estentórea para dar lugar a un pausado y cadencioso espíritu expresivo. Estos aprendices transmitieron ese modus hablandi a otros, y estos a otros y otros. Un cierto día todos los hablantes se comunicaban en voz baja y eran perfectamente comprendidos por los demás sin mayores esfuerzos. También los programas de televisión se colmaron de presentadores menos verborrágicos y más pausados. Su mensaje fue plenamente aprovechado.
Se pudo gozar del canto de las aves y el fluir de los ríos. No hizo falta colocar letreros solicitando silencio en las cercanías de los centros de salud ni las maestras reconvenir a sus alumnos. Los cantantes de rock afinaban sus voces con facilidad y hasta sus músicas eran dulces sones.
Laconio creyó que la humanidad mejoraría merced a una sonoridad tenue y cadenciosa. La vida tenía ahora verdadero sentido. Había descubierto el placer del silencio.
Hasta que un día Laconio se casó.



® Rocco. MMV