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El anónimo


El tedio del nuevo día lo había empujado al borde, como mirando desde algunos balcones suicidas, como agazapado por látigos de fuego. Disimulando la tregua a la indiferencia, corrompía la vergüenza y negociaba con su tranquilidad.

A diario subía al borde de la despiadada autonomía del desconocimiento, multiplicando la posibilidad de no despertar nunca de esa realidad.

Poco a poco, fue consumiendo las ganas de mentir con sus palabra e intercambiar soldados de arenas a trincheras que inciertamente miraban su pasar. Días caminaban sobra su lomo maltrecho, arrastrando la bruma de soledad sobre cada poro, inundado con cabellos casi humanos.

Su carne lo había dejado como un recuerdo petrificado de la forma original de sus formas, entrelazando un leve aroma de dolor y desgarros que anidaban sus dedos en cada movimiento. Astillado en cada extremo por golpes, desobedientes de tiras de cuero amistoso a su cuerpo.

El ruido de los pasos, rompía nuevamente el cuadrado aroma del color oscuro debilitando el único ojo, inundado de llagas. El movimiento quedo destruido como lo corpóreo del dolor, como lo inescrutable del nuevo golpe rompiendo las grietas de su cabeza.

- Largá desgraciado! ¡en donde están! –Una metálica voz destruía el silencio y su mano unida mitificada como un puño, golpeaba nuevamente el rostro maltrecho del anónimo.
- Si cantas... te perdonamos de la maquina.

Hinchado de dolor y conteniendo los gritos en su esófago, largo un corto insulto mezclado con sangre casi azul, golpeada y destruida del rojo inicial.

Esperando su condecoración hacia un mundo mejor, una calle mas habitable para Julieta. Un mundo en donde Natalia y Julieta, fuesen los únicos silbidos de su resplandor. Anhelaba lo crucial del recuerdo, lo intangible del paso de la vida, el cierre de algunas heridas demacradas por el pánico.

Un trozo de hierro, inundó sin vacilar el débil cráneo. Picando, en un sólido sonido el resto de vida, la ultima mirada del soñador. Guardando para sus adentros, lejos del dolor ahogado de las penurias, el triunfo de haber soñado y quedar junto a ellas en los últimos minutos de su infinito silencio.

Texto agregado el 04-02-2006, y leído por 84 visitantes. (0 votos)


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