Más de media noche buscando un camino que se ha perdido, el stereo a todo volumen aquella canción que me enloquecía, las ventanas abajo y sólo entonces aquella conexión que ya aisladamente lográbamos compartir. Te devoraba con la mirada y en ese momento eras lo más hermoso que hubiera visto, tus ojos brillaban de locura, te estremecías, todo tu cuerpo era euforia. Tomadas de la mano buscábamos el alba, no había porque encontrar el camino preferible seguir perdiéndonos a reencontrarnos en la rutina de una vida ya sin sentido.
Me doy cuenta de que lo que compartíamos eran dos soledades, te encontré algún día que salvaste mi vida del inminente ataque de un horrendo bichito y desde entonces mi vida dependió de ti.
Después la vida juntas, llegar a casa y mirarte leyendo en la sala con la tele y los focos prendidos, la soledad te parecía insoportable… ver tu cuerpo bailar de aquella forma que te hacía irresistible, refugiarme en tus brazos tras un día amargo, escucharte reír ante cualquier broma absurda que pudiera hacerte, no podía pedirte más me habías regalado los mejores años y ya no tenía más para darte. Los bailes se convirtieron en ausencias y las risas en reproches, lo único que quedaba por compartir era el silencio y aquellos largos viajes sin ningún sentido bombardeando nuestro espacio de música, que fue lo último que nos pudimos compartir.
Tantos años juntas fueron desgastándonos a poco la rutina se nos fue incrustando no encontrábamos ya el motivo de nuestra unión pero no me imaginaba viva sino a tu lado.
Hoy escucho tú canción la que con el tiempo aprendí a amar de ti, no te engaño, cuando te recuerdo los nervios se apoderan de mi, hablar contigo me parece un acto casi imposible y verte con quien hoy te ama me resulta repulsivo. Entre acordes te imagino a mi lado y entonces te vuelvo a compartir mi soledad, te envuelvo en ella y te hago mía, compartes tu vida, pero tu soledad siempre será mía.