La nuestra fue una historia de amor con todo el dolor que implica ésta palabra.
A Marcelo lo conocí siendo aún una niña, siempre me cuidó y siempre supe que al crecer sería su esposa. El cariño y el respeto que sentía por él nunca menguó, ni con los golpes, ni con las infidelidades, eso era algo a lo que una estaba acostumbrada. Era la cotidiana escena entre mis padres, mi madre siempre llorando y mi padre todo el día fuera de casa. Mi infancia se consumió tratando de dar gusto a mi madre, cada noche se quejaba por no haber tenido a un varón, me decía lo infeliz que yo la hacía y mi cariño por ella ante sus ojos era repugnante. A mi padre pocas veces lo veía pero cuando esto llegaba a ocurrir sólo obtenía reproches de él pues ante el desconsuelo de mi madre cada día yo me iba con los trabajadores al campo, tratando de aprender las labores de los hombre y como mi padre nunca estaba no se percataba de ello, cuando lo descubrió en seguida me buscó un buen esposo. A los 14 años mi futuro estaba asegurado.
De él lo aprendí todo, aprendí a trabajar la tierra, aprendí a andar a caballo, aprendí a amar y también a odiar. Casi a diario iba a la hacienda de mis padres lo cual no me importaba, me la pasaba en las caballerizas, soñando con lo que jamás sería, prefería pasar las horas entre la mugre que meterme en los vestidos más horribles que mi madre compraba para mí. Jamás me gusto ir a la cuidad, así que siempre me perdí entre los campos para que mi madre no me encontrara.
Conforme iba creciendo notaba más la ausencia de mi padre y también más la presencia de Marcelo, no tardé mucho en descubrir que ellos eran amantes. Supongo que mi padre lo sabía, pero sé que nunca le importó, prefería tener calmada a su mujer y ser feliz lejos de mi casa con otra persona. Aunque jamás conocí a su otra familia.
Cuando mi madre se enteró del acuerdo entre mi padre y su amante perdió la cabeza. Me buscó por toda la hacienda y fue en las hiladoras donde me encontró, las muchachas intentaban protegerme pero su ira era incontenible y finalmente ella era la Señora. Me golpeó hasta que no supe de mí. Desperté en la cocina, Santiago y Tamara me cuidaban. No volví a ver a mi madre. Ni Marcelo ni mi padre dijeron una palabra. Eran asuntos de hombres y entre ellos se solucionaban.
Tamara se encargó de enseñarme todo lo que una mujer debía saber, todo. De noche me arropaba y se metía desnuda en mi cama. De día era la más fiel de las compañías y creo que mi matrimonio con Marcelo le robó un trozo de corazón.
Al año del casamiento nació mi primer hijo y con él llegaron los problemas. Marcelo empezaba a dormir en su alcoba y esto me hacía infeliz, los días pasaron y el frío empezó a llegar a mi vida, las noches de consuelo con Tamara sólo me hacían más infeliz.
Después me enteré de que teníamos problemas económicos, al poco tiempo lo perdimos todo. Marcelo era demasiado orgulloso como para pedir la ayuda de mi padre, así que la pasamos mal durante muchos años. Como para demostrarle mi amor me mantuve a su lado pero él estaba en una huida perpetua.
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