¿Dónde ha quedado la figura de Dios? Preguntaba la primera línea del libro, ¿Dónde ha quedado el amor de Dios? Se preguntaba Andrea; fuera de las paredes de lámina de cartón los perros no dejaban de ladrar, la noche había envuelto el todo y hacía frío, a unos pasos de ahí la pequeña María se apretujaba contra las mantas del catre para eliminar las inclemencias del tiempo.
Su nombre había sido elegido por la ferviente devoción de su madre hacía la Santísima Virgen, madre del creador y protectora de los desamparados, esperaba con eso, ilusamente, que su hija no penara todas las desdichas de ella pero, el destino nunca es tan bondadoso.
Julián había muerto dos años atrás tenían dos meses de haber llegado a la gran Capital, buscando un mejor futuro ¡Que estupidez! Nadie escapa del trazo de su vida, y ahora ellas estaban abandonadas en la suerte de la nada.
-Mami tengo frío- susurraba la pequeña María.
Era tan poquita cosa, nunca se atrevió a reclamarle por el sufrimiento que vivía en esa pocilga, por el hambre que sentía, nunca reprochó algo y sólo existía para vivir en conjunto el futuro de su madre.
-Acércate el anafre, pronto pasará el frío- eso era lo único que podía decirle Andrea.
Si la rutina del ser es sufrir, que bien lo habían aprendido ellas.
Dos golpes se escucharon en las láminas, sonaron con horroroso estruendo, de pronto el cielo comenzó a caerse, una terrible granizada se volvió contra la humilde casa.
-¿Dónde está el amor de Dios?-
El hielo se empezó a derretir y lentamente fue filtrándose por el techo, pronto apagó el anafre, no quedaba más que llorar, no pudo exigirle al Señor un poco de clemencia y misericordia, la noche seguía y pronto el sueño se fue haciendo presa de ella, tímidamente estiro su agujereada blusa que dejaba pasar a la luz por completo sus formas, se acerco al catre y se acostó junto a su hija.
La noche se hizo muy larga, tan larga como el infinito, hasta que hizo expirar aquellas dos almas.
El día siguiente fue cubierto por el astro sol y en esa mañana, y en sus muertes se encontraba el amor de Dios.
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