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El sacerdote se recondena de hambre
se comería lo que se le pusiera por delante
está solo en su modesta iglesia
ni un trozo de pan para saciar sus ansias
ni una hostia ni un trago de vino de misa,
se escapará por algunos segundos
al negocio que está unas cuadras más allá.

Se persigna ante la estatua de yeso
va a salir, cuando aparece una mujer
llora a mares, desea confesarse
y el padre hace tripas corazón y la complace.

La confesión es larga y justificada
no es posible abreviarla
¡Que hambre Dios mío! ¡Que hambre!
-confieso que he mentido, que he robado-
y el padre sueña con una lonja de jamón
con un trozo de marraqueta, una vienesa
-no soy digna de mirarlo a los ojos-
una galleta, una mísera galleta
un huevo frito, un sándwich de mortadela.

Después de una larga y tortuosa hora
y con el padre desfalleciente de hambre
sale la pecadora con su penitencia:
quinientos padrenuestro y cincuenta avemaría
ahora si que podrá el padre salir por comida,
pero la suerte está echada, aparece otra mujer
hay que entregarle la extremaunción
a un pobre anciano que ha falleció.

La calle es larga y distante, el hambre acucia,
pobrecito don Pedrito, se murió de un solo golpe
una empanadita, una rebanada de queso
-Que en paz descanse, hija mía.

El fallecido está muy pálido en su lecho
se murió sin molestar a nadie el desdichado
-Dios lo tenga en su santo reino, a su diestra-
una tostada, un vaso de leche, un caramelo
-Dios te acoja en su reino querido hijo mío-
una aceituna, un bocadillo, lo que esté a la mano
-Descansa en Paz, Pedro, hijo mío-

Arrastrándose hacia un emporio va el sacerdote
la fatiga es grande y el hambre sin medida
un mendrugo de pan por el amor de Dios.

Va a pedir algo en un carro manicero
justo cuando el vendedor sufre un asalto
los tipos huyen con toda la mercadería
el vendedor extrae un revólver y dispara
el padre huye con las fuerzas que le quedan
ingresa a una amasandería, no hay electricidad
por lo tanto no se ha fabricado nada de pan.

-¡Padre Santo! ¡Señor mío! Te imploro
concédeme aunque sea un migaja, nada más te pido.
Se hace tarde, todos los negocios están cerrados
el padre desfallece en la puerta de la iglesia
traen un cadáver para ser velado delante del altar
es un señor que ha pasado a mejor vida
luego de una larga y cruel enfermedad.

El padre los recibe y luego cierra, nadie queda,
contempla el cadáver macilento y lo registra
en uno de los bolsillos de la chaqueta
encuentra los restos de un chocolate endurecido
el padre reza por el alma bendita del pobre occiso…










Texto agregado el 04-02-2006, y leído por 280 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
06-02-2006 jajaja, buenísimo, me hicistes reír y también me dió cosa que se comiera el chocolate de un muerto, pobre curita, le voy a preparar un sunguchito de mortadela!. Besos y estrellas. Magda gmmagdalena
04-02-2006 Mmmmm, qué terrible, se me ha estrujado el estómago al imaginar el hambre del sacerdote,hiciste que sintiera esa sensación tan conocida, que pareciera que te hace abandonar las fuerzas.***** Besos Victoria. Excelente. 6236013
04-02-2006 Qué tortura! He acompañado el hambre de ese pobre sacerdote y ahora me duele el estómago! Felicitaciones. Logras tu propósito. 5* zepol_recargado
 
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