No era razonable el odio que se tenían aquellas dos personas.
Sí, en realidad el odio nunca es razonable, pero aquello excedía el límite de lo que normalmente se puede ver entre dos seres que se odian.
Nadie sabía a ciencia cierta, en aquel pequeño poblado del sur de Inglaterra, cómo es que se había originado esta situación entre estos dos prominentes ciudadanos.
Porque la verdad es que era así. Los dos poseían un cómodo pasar económico, actividades relativamente prósperas e incluso ambos habían sido funcionarios de la alcaldía local, uno durante el gobierno conservador de Margaret Tacher y el otro en la primera parte del gobierno laborista de Tony Blair.
Pero la aversión entre ambos no tenía límites.
Verdaderamente, de alma y de corazón se deseaban el mal el uno al otro y no podían disimular su alegría y satisfacción cuando alguna vicisitud adversa se ensañaba con el adversario. No ya adversario, directamente enemigo.
Y lo curioso era que no se trasmitía este sentimiento al resto de las respectivas familias, cuyas relaciones en lo comercial, en diversos encuentros en organizaciones de ayuda o colegios, tal como ocurre en los pueblos chicos, era totalmente normal.
Pero entre esto dos sujetos el odio era ya enfermizo. Y por qué no, peligroso.
A tal punto llega esta cuestión, que un día Dios, desde el cielo, decide tomar cartas en el asunto.
- Conrado, podés venir, por favor?-
- Estoy con usted Jefe.-
Conrado era uno de los más fieles y eficientes asistentes con que contaba Dios.
- Mirá, te voy a encomendar una tarea a llevar a cabo en Kingsbridge, allá en Inglaterra.-
- El pueblito de la famosa catedral..?-
- Sí, ese-.
- Resulta que tenemos dos tipos que se tienen entre sí tanta bronca, pero tanta bronca, que tengo miedo que se derive en una situación extrema. Mirá, bajá ya mismo, o mejor mañana de día, y vas a seguir exactamente las instrucciones que paso a darte…-

Era un 17 de marzo del año 1972, cuando a ambos personajes les llega una extraña misiva. Se los citaba para las dos de la tarde de ese día en el Saturn Camp del pueblo para recibir una importante propuesta que podría cambiar sus vidas.
La firma era ilegible, pero la redacción de la nota tenía algo de mágico, algo diferente, como cautivante.
A las dos de la tarde ambos aparecían por el verde césped de ese hermoso lugar.
Y se encuentran. No esperaban encontrarse. No sabían que ambos habían sido citados. Cada uno pensó por un instante que era una broma, vaya a saber con qué intención, del otro.
Ya estaban por irse a las manos.
- Un momento..!-
La voz de Conrado sonó imperativa.
- Primero de todo, van a tener que creerme. Soy un enviado directo de Dios. Mi nombre es Conrado y vengo con una misión muy específica y concreta-.
Si la carta tuvo el poder de convocarlos en el Saturn Camp, la personalidad de Conrado invadió a ambos a tal punto que ni por un instante dudaron que era realmente un enviado divino.
Se quedaron absortos.
- Miren, esta situación entre ustedes ya ha llegado a un límite intolerable. Se me ha encomendado que yo hoy aquí, en una clara muestra de buena voluntad por parte del Creador, les proponga lo siguiente: cualquiera de los dos me puede pedir algo, lo que sea. Inmediatamente le será concedido y al otro le daré el doble de lo que el que hable primero me pida.-
Si antes estaban absortos, ahora quedaron estupefactos.
Pedir podían pedir, pero que al otro atorrante mal nacido, le concedieran el doble..!
- Ah…, eso sí- añadió Conrado, - tienen sólo un minuto para decidirse y el tiempo comienza a correr…, YA..!
Y bajó energicamente la mano.
A la madona..! Qué situación…
- Si yo pido algo, por mucho que sea al tipo este le van a dar el doble…-, pensaba uno de estos dos hombres que estaba tentado de pedir cinco millones de dólares. – El pasaría a tener diez millones…, no, me supera, no podría tolerarlo-.
- Que calamidad..!-, pensaba el otro. – Con lo bien que me vendría un flota de diez camiones para la fábrica..!, pero este cretino pasaría a tener veinte. No, no puedo pedir diez camiones.-
- Muchachos…, el tiempo pasa…-, terció Conrado, - quedan treinta segundos…
- Claro, lo que yo tendría que hacer es pensar en mi familia…, pero no, no podría ser nunca que este asqueroso sujeto pase a tener el doble de lo que yo pida…-
- Como me mira esta cucaracha inmunda, está esperando que yo pida, para quedarse él con el doble. Hijo de mala madre…-
Veinte segundos…
En marzo Kingsbridge es bastante frío, pero la transpiración comenzaba a correr por la frente de ambos tipos.
Quince segundos…
La situación se tornaba desesperante.
Ven que Conrado levanta la mano en señal de bajarla cuando el tiempo expire…
Faltan diez segundos, y nada.
Una real sensación de náuseas se había apoderado de cada uno de ellos…
Cinco segundos, y es ahí cuando uno de ellos levanta decididamente la mano.
- Conrado: quiero que me arranque un ojo…-