- Si todos los seres humanos somos iguales…entonces, ¿por qué la gente se empeña en ser distinta?
- ¿a qué se debe la pregunta hijo mío?
- Madre, tu siempre me dices que soy el niño más lindo y más inteligente. Es verdad que si me lo propongo, puedo lograr hacer muchas cosas, pero eso no significa que sea mejor que cualquier persona, ni tampoco significa que otros sean mejores que yo.
La madre sonrió y miró a su hijo con ternura.
- No sabes cuanto me alegra que lo descubras, hijo. Pues es verdad lo que dices. Hay que tener la humildad para aceptar que nadie es superior a otro. Lo que nos diferencia del resto es un físico y un alma diferente, pues todos hemos tomado rumbos distintos, que nos llevan a crear opiniones, descubrir emociones y sentimientos a través de distintos conocimientos. Al final del camino, cada uno lleva escrita su propia leyenda…
- Entonces…¿cada persona es única?
La madre lo tomó de la mano y se fueron a sentar en una esquina.
- Fíjate en aquél joven de pelo verde y pantalones raros, en aquélla joven queriendo lucir su vestimenta, en aquél hombre orgulloso mostrando la máxima puntuación en el exámen…
- Ya sé, todos quieren sentirse únicos a su manera marcando su propio estilo
La madre sonrió al hijo nuevamente
- Son distintas las decisiones, los caminos…y cómo cada cuál se enfrente a ellos.
Son distintas las vidas. Por eso, hijo, cuida la tuya, preocúpate siempre de tu cosecha, y dale todos los días las gracias al Señor por tan lindo regalo.
El hijo bajó la mirada…
- Pero para mí, serás siempre, el más lindo e inteligente.
Y le selló un beso en la mejilla que se mantuvo siempre, hasta el final de los días, cuando el hijo ya tenía escrita su leyenda propia.
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