Me fuí a la cama, después de dejar cerrada la puerta del baño y atado el picaporte a una silla con una media. Todo estuvo bien, camisón, un vaso de leche, un libro y cuando llegó el cansancio, apagar la luz, me dormí casi al instante…
…Sonaba el agua en la ducha y una vocecita a lo lejos, cantaba “paloma negra”, y no era la voz de Chabela Vargas, me acerque de puntillas para mirar por la cerradura y cuan enorme fue mi sorpresa, al ver a doña araña, envuelta en el toallón, cepillándose su enmarañado pelo. ¿Cómo podía ser tan desfachatada? La intrusa revolvía a ocho patas, mi botiquín en busca de mis cosméticos, una nube de talco perfumado y rocío de fragancias orientales, flotaba a su alrededor, como en un comercial de televisión, mientras embadurnaba su boca de rouge escarlata, yo toleraba pasmada esta imagen irrepetible, ella sumida en el rol de “Los ojos de Betty Davis”, poniéndose rimel en sus largas pestañas, al terminar, se volvió hacia la puerta y como si supiera que yo la miraba, sonrió de costado y me guiñó un ojo… me abrazó una flojedad generalizada y me desplomé en el piso…
…Me senté de golpe en la cama casi sin poder escaparme de la pesadilla, temblaba aterrorizada entre un revuelto de sábanas, libros, almohadas, solo eran las cuatro de la madrugada y ya, me había dado cuenta, que esa noche iba a ser muy larga.
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