Un día, estaba todo silencioso. Yo estaba comiendo limón con sal.
Ese día, como había tanto silencio, escuché una voz. No sabía qué era, miré para todos lados, fui a mi patio y no había nadie. Después escuché bien; era dentro de mi cuerpo. Entonces me senté a escuchar lo que decían. El primero que escuché, era creo que el riñón que reclamaba porque otra vez estaba comiendo sal, después escuché al más sabio de todos: el cerebro. Decía que hablaran más despacio, porque el oído le había dicho que los estaba escuchando, pero ellos no le hacían caso. De repente, el oído también se quejó, pues nunca me lo lavaba, el estómago reclamaba porque yo muchas veces comía cosas que me hacen mal, el corazón se quejaba porque me gusta la grasa de chancho; todos se quejaban por algo.
Finalmente, el cerebro, hizo que todos se callaran, pues siempre era y es el que manda el cuerpo, y todo lo que está dentro de él. |