Así como a Jesús “nadie puede conocerle y no amarle”, a Oscar Wilde “nadie puede leerlo y no gustarle”
¡Claro!... es porque a mi me fascina… ustedes podrán leerlo después, y ver cuanta razón tengo en realidad… “es difícil ser justo con lo que uno ama”… Y mas difícil, ser objetivo cuando algo toca tan a fondo en nuestra alma… Si dijera que odio su prosa, odio lo que dice, odio su literatura… Por la semejanza que tiene esta conmigo misma, seria decir “me odio”… Y no lo hago… ¡Ahaaaaaa!... ¡pero ya me pase a otro tema!, ¿ven que no me puedo poner objetiva?... ¡Y que mas da!, la única verdad que conozco es la mía… Y tal vez, es la única real (espero que no…). Así que les relatare desde mi única perspectiva lo que creo del señor Wilde.

Tal vez ningún autor caló tan a fondo en mi como él lo hizo… Tal vez fue él quien azuzo los perdidos pensamientos o fui yo la que le inyecto vida a los suyos… no se… lo único que esta claro, es que ahora es tan parte de mi como mi piel, mi cabello o mis ojos... ¡Nos necesitábamos mutuamente!.

Una tarde llego a mi casa, de traje beige, con un ramo de rosas para nosotros, y se alojo en la pieza de arriba que nadie ocupa.
Al principio era la gran novedad sentarse cerca de él y observarlo fumar pipa. En el balcón, bajo el cielo, o en su pieza mirando por la ventana.
En los días de lluvia tomaba té con nosotros, y una que otra noche nos maravillaba con sus palabras elegantes, su forma tan especial de observar el mundo. Pues cuando miraba por la ventana, era capaz de llegar a la esencia de las cosas, o de encontrar la belleza en cada mínima parte del mundo. Nos encantaba la manera en que relataba sus visiones… todos podíamos sentir lo que el explicaba… sus palabras eran una melodía. Sus pasiones nos identificaban…

Poco a poco su presencia fue cayendo en el olvido… Todos estábamos demasiado apurados como para escuchar sus palabras; Y las dichas palabras se convirtieron en letras. Su piel se puso obscura y curtida… Sus entrañas amarillas. Quedó postrado, tal como lo vi, en la pieza que era suya. Adormilado… precioso… con el polvo harinoso jugando en sus mejillas y la misma expresión que tuvo cuando me emocioné con “El retrato de Dorian Gray”, que era suspicaz y bella a la vez… Tal vez tenía razón… “la intelectualidad es en si misma un modo de exageración”- pensé-. Pero él, lejos de parecerme “todo boca, todo ojos, todo frente” (¡¡eso era grotesco don Drag!!) me parecía delicioso… Era semejante a unas “ramas trémulas que parecían no poder soportar el peso de tan magnifico esplendor”…
Señor Wilde: No se si fueron sus pasiones o las mías (tal vez la fatua influencia de la que no agrada), tal vez la moral suya combinada a la capacidad auto sugestiva mía, su genialidad y mi continuo asombro, su sabiduría (no puedo decir que “encaminada”) y mi poder de absorción… ¡No se que fue!.. Pero lo que usted describe, es siempre lo que ya se, lo que sentí, o lo que estuve por pensar… Nada coincidente…

Ahora… dejaré el resto a su gusto, señor (a, ito, ita) lector… Yo no se terminar tan perfectamente las cosas que escribo como Wilde… el siempre le pone el broche de oro a sus escritos, en un final maravilloso… yo no… por lo mismo, pinto este cuadro de blanco, para que usted lo rellene con lo que salga a gusto de su inmaginacion…