Bed & Breakfast...
son las palabras que encontré para resumir mi amistad con un querido que vive a no sé cuántos kilómetros de casa, y con el que duermo de tarde en vez una vez por mes, o menos.
Eso claro, porque el resto del tiempo hablamos un par de veces por celular, o le envío miles de mails llenos de palabras dulces y amargas, le cuento desesperada mis cosas, y él me calma, afirmando cuando le pregunto ¿cuando nos veamos me harás cariño otra vez?
Para él, debo ser una loquilla amorosa, que se ha prendado un poco, y de quien él no va a prendarse.
Tiene razón, y da lo mismo, yo tampoco me prendo de él, recurro a él como a un bálsamo para cubrir las heridas de la soledad adoptada y del hastío, que a estas alturas ya son llagas.
A su lado sin embargo me siento protegida, y llena de una extraña energía más que sensual o sexual, animal.
Él me llena de eso rico, de estar con "papá amigo pareja" sin ser ninguna, pero todas a la vez.
B&B deja de ser eso cuando me deja en el terminal de buses, y subo, y no se da vueltas a mirar si me he sentado, camina sin desviar la mirada de su destino, y piensa en lo que viene, probablemente una siesta larga para reponerse del sexo, y luego el tennis y la clase de batería.
Me gusta bed and breakfast, me encanta la hora del desayuno, cuando no puedo más que robarle algún resto de besitos que han quedado guardados para el último rato juntos, y que me deja tomar con un poco de reticencia, mal que mal yo no soy su novia, y eso debo tenerlo claro.
Bed and breakfast, y a veces igual desayunamos algo a media noche, algo que se come él porque a mi besarlo me quita el hambre, y llenarlo de caricias me llena entera.
Después de verle siento ese letargo, propio de haber descansado poco y mal, pero también una sensación general de bienestar, pues sé que ya no le pertenezco a nadie, y que con él solo estoy compartiendo algunos momentos de mi libertad.
También te quiero tontillo, aunque sólo seas mi querido amigo con ventajas. |