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ULTIMO RECURSO



Era muy temprano, trató de levantarse sin ser escuchado por su mujer. Estaba por salir con la angustia de todos los días.

___Traeme algo de plata esta noche, el almacenero no me fía más.


Se acordó del segundo cajón de la cómoda, sacó la maquinita y la metió en un bolso. Aliviado, a la noche le dio cien pesos a su esposa y escondió la boleta de empeño del Banco Municipal.

Al día siguiente el mismo cuestionamiento; pensó de inmediato en su amigo que vivía a pocas cuadras de su casa y además era el padrino de su hijo mayor. Ernesto con cierta reticencia le dijo que la semana entrante contara con los 5.000 pesos. que necesitaba. Eso si: te pido que me lo devuelvas cuando antes, ya que tengo un proyecto con Gloria.--


Alfredo (30 años) ascendió al tren y empezó a leer su agenda y recorrer al azar algunos nombres que visitaría ese día con el único objetivo de conseguir un trabajo, a esta altura, de lo que fuera; estaba en el límite. Con el préstamo de su amigo tendría para seis meses de subsistencia para mantener su casa. Alicia, su esposa, desde que despidieron del trabajo a su marido, hacía dos años, elaboraba tortas caseras que vendía entre sus amistades. El ingreso era mínimo; el pueblo, la ciudad, el país (año 1965), una vez más estaban en situación de emergencia. Las familias de ambos vivían con lo justo. Los padres igual. La casa era una vieja casona que había pertenecido a los parientes de Alfredo, se la habían vendido pero tenía que abonar un saldo del precio, año a año con intereses razonables.


Volvía a su casa y en esa hora de viaje que le insumía llegar a su destino, una ligera sensación de optimismo corrió por su mente aflojando ese nudo-dolor que tocaba su estomago cada vez que inspiraban sus pulmones. Su última reunión del día. Lo recibió con una cortesía aceptable, este fino italiano, 40 años (manejaba cuatro idiomas), representante de un grupo empresario perteneciente al Vaticano; luego de explicarle su situación le pidió trabajo, guardo cierta dignidad, estaba con el único traje, la camisa blanca buena y la corbata del casamiento planchada, no llegó a decirle __no tengo para la comida de mis hijos. No eso no, supuso que hubiera asustado a su interlocutor o directamente le ofrecería un trabajo en el sector cafetería. Usted sabe un hombre de 30 años como yo, atendiendo pequeñas cosas me dañan-- Esto lo comprendió el Ingeniero italiano, y le prometió que de producirse el cambio político que todos esperaban, podía darle un lugar en su organización. Se despidieron y otro detalle esperanzador fue la amplia sonrisa con que lo saludo la secretaria de este Gerente (ex azafata, bilingüe).

Cuando le contó a Alicia, esta le dijo: -- seguro te da el trabajo. No debería olvidarse cuando rechazaste esa comisión que te ofreció por el gran negocio que hicieron y vos le dijiste que aceptabas ese monto para dárselo a la compañía donde trabajabas. ¡Pensar que con ese dinero les pagabas toda la casa a tus parientes! -- Se quejó Alicia.

Con el cuarto sueldo que cobró Alfredo, puso al día todas las deudas incluida la de su amigo. Al segundo año construyó una casa al gusto de su mujer, los dos hijos tenían su dormitorio y baño individual. Al quinto año Alfredo era vice-presidente de la compañía que ya no era del Vaticano sino del fino ingeniero y otros dos socios locales. En los próximos años las utilidades que se repartían eran muy abundantes. Estos vivían unos pocos meses en el país y se dedicaban a visitar el mundo y gastar. Alfredo tenía a su cargo la Empresa. Los negocios empezaron a mermar, y para seguir el ritmo, al que se habían acostumbrado le exigían a Alfredo que sacara préstamos en los Bancos. La situación era crítica. Alfredo tuvo una idea. En el Vaticano quedaba aún un cardenal encargado de las finanzas, amigo del fino ingeniero pero también de él con el cual tenía una constante correspondencia. Invocando el buen nombre y honor del Vaticano, el cardenal consiguió que le aceparan la siguiente propuesta. Por poca plata recompraron las acciones del fino ingeniero y sus socios, le dieron un préstamo a Alfredo para que cancelara las deudas a los Bancos y le dieron otra suma para que se quedara él con la Empresa. Con una austera administración, Alfredo llevó adelante la Empresa y devolvió todos los préstamos al Vaticano. Una tarde que estaba libre se fue al Banco Municipal y compró en el remate una máquina fotográfica igual a la había empeñado tanto tiempo atrás y la colocó en el segundo cajón de la cómoda que la familia conservaba no obstante el tiempo transcurrido.













Texto agregado el 01-02-2006, y leído por 260 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
04-02-2006 Muy bueno. 5***** hilmar
04-02-2006 Me gustó mucho. Muy buen contexto, realmente disfrute tus letras. ***** fabiangs
03-02-2006 Hechos cotidianos que tienen trasfondos que deciden destinos. Interesante trama y narración... aukisa
02-02-2006 Buen texto narrativo. Cuenta una situación que podría suceder en cualquier familia. Y resulta ameno. Tal vez esa máquina fotográfica sea el indicio de un nuevo arranque en la vida del protagonista y no un retroceso. ***** sorgalim
02-02-2006 Buen cuento, esa cotidianidad tan áspera para algunos, es el reflejo de muchos. Un fuerte abrazo. _juanjara
01-02-2006 Sí, Alfei, de ese cajón sacó algo más que la máquina empeñada: eso mismo que volvió a desempeñar mediante el sortilegio de poner allí, nuevamente, una máquina; de manera que desempeñó su fario (a espaldas vaticanas) sin desempeñar la máquina. Uf... amigo. seisenpunto
01-02-2006 Cuantas vueltas da la vida antes de que nos retire a un cajón olvidado. Me gustó. Saludos. leante
 
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