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Sabiendo que debía marcharse y tomar el tren el mes entrante, empezó a leer su libro favorito “Una espina en el corazón”, llevaba la mitad del libro cuando el teléfono sonó en la sala, era Andrea, la relación con ella no había sido del todo fluida aunque las miradas ya se habían cruzado un par de veces en aquellas reuniones de trabajo.

- Hola, habla Andrea, me gustaría hablar con Nicolás; el corazón de Nicolás palpitó de manera acelerada, reconoció aquella voz antes de que ella dijera su nombre, era Andrea, sí era realmente ella.

- Él habla, soy Nicolás.

- Me enteré que te vas de viaje en un tiempo más, te felicito, de verdad creo que merecías aquel asenso.

- Así es, me trasladaré al estado de Campville, el traslado será definitivo, allá tendré mi propia casa y mi propia oficina.

- Me alegro mucho por ti, aunque hay una parte de mi que se resiste a esa idea.

En aquel preciso instante un millón de imágenes y pensamientos pasaron de tal forma por su cabeza que sentía no poder mantenerse en pie, estaba la posibilidad, y tal vez podría ser así, la verdad vendría a los oídos -un momento-, ¿qué verdad sería?, quizás el anhelo por querer lo que deseaba escuchar se estaba apoderando de su juicio.

- Puedo soportar que ellas hablen de ti, puedo mantener mi silencio, pero no puedo esconder las palabras sobre lo que siento al saber que no te volveré a ver.

Muchas veces había escuchado de soñar despierto, de divagar, de sonámbulos incluso, ¿acaso eso le pasaba?, sus sentidos le decían que no, pero entonces, ¿sería cierto lo que escuchaba?. La necedad, el nerviosismo, las manos traspiradas, el calor propagado por el cuerpo no le hacían articular palabra … de pronto se dio una tregua … él le dijo: Si sientes algo por mi, entonces dime qué sientes; estas palabras salieron con una voz casi entrecortada y rodeada por el silencio de la habitación, el humo del cigarro a punto de consumirse se esparcía por el techo de la pieza, una taza a medio servir estaba sobre la mesa que se ubicaba al lado del sillón donde él había estado sentado y por los nervios ya no se mantenía en aquel lugar, de pie y a su izquierda se encontraba un gran ventanal con las cortinas corridas de par en par que daba vista hacia la ciudad de Londres con todas sus luces, era de noche cerca de las 22:00 hrs.

- Amor, locura, desesperanza, eso siento por ti.

- Deseo verte!, quiero mirar tus ojos!, quiero! … me siento … gracias por lo que me dices; sintió de pronto la necesidad de calma o su cuerpo explotaría.

- ¿Podemos vernos esta noche?.

- ¿Puedo verte ahora?.

- Te espero en mi casa.

El viaje? No importa, ese viaje en taxi por la noche londinense realmente no importa, el trayecto a toda velocidad con un hombre impaciente por su futuro tampoco es de relevancia, lo que si importa es ese hombre impregnado de felicidad y por su puesto también importa lo que aquella noche sucedió. El amor ganó a todo aquello que se oponía para que estuvieran juntos, ¿quién se oponía?, solamente ellos. El traslado nunca se llevó a cabo, ambos empezaron a renunciar a todo aquello que les podía desunir, solo había tiempo para que el amor, ese unir de alma con alma, se deleitase con cada encuentro.

Texto agregado el 01-02-2006, y leído por 94 visitantes. (0 votos)


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