Me quise morir.

Entonces, entre en el café pintoresco... "C’EST LA VIE" se llamaba (en letras grandes y anómalas)... el único lugar abierto en la penumbra de la noche, el único lugar para los pernoctadores vagabundos como yo.
Había mucha gente ajena a mi, gitanos, piratas, mis amigos... hasta me vi a mi mismo en la barra... pero no era eso lo importante... lo que pasa, es que encontré al cosechador de almas hablando con una calavera en una mesita retirada de la bohemia circundante.
Yo conocía al difunto… buen tipo él. Nos dejó hace algunos años atrás…
…Y claro que conocía a la muerte… siempre estuvo siguiéndome, siempre conmigo, hasta que ajustamos cuentas una noche en que me llevo en brazos a casa. Desde ese día me saluda cordialmente, y me indica le reloj, porque sabe a que hora nos juntáremos… y no será pronto... ¡es tan particularmente elegante!… siempre anda de negro. Es más, es conocida y sin embargo muy humilde. No hace distinciones de ningún tipo. No agrada de las fanfarronerías… creo que ciertamente me agrada.
Bueno… que mas dá… ahí estaban conversando, y ahí estaba yo.

Una sonrisa asoló mi rostro curtido. De vez en cuando la idea me hace sonreir.