"Necesitas cuño y firma..."
un burocrata
Aquel Hombre, como le puede suceder a cualquiera, se aburrió un día de nuestros problemas habituales y decidió sentarse en aquella esquina a esperar a La Muerte. Esta como todos han de saber nunca falla sus recorridos bien determinados, pero aquella tarde estaba un poco alterada, la guadaña se le había mellado mientras se llevaba a un punk que resultó portar un collar de cuero revestido de metal y por si fuera poco la habían cartereado durante la ejecución de su labor en un transporte público. Por eso cuando llegó a aquella esquina en la cual sabía tener un alma pendiente no se entretuvo mucho en mirar el carnet de identidad del futuro difunto y ejecutó su labor con la satisfacción del deber cumplido.
- Con este terminé la pincha del día – pensó La Muerte – Después de todos los embarques de hoy todavía me falta fajarme con el transporte que es de los ministerios que le tocaron al Luci.
Así fue que nuestro héroe se vio de pronto en el más allá en medio de una gran avenida. Desde la posición en la que había quedado se podían ver dos sendos carteles que señalaban en direcciones opuestas, uno de ellos rezaba “PARAÍSO A 90 MILLAS” y el otro “INFIERNO, TAMBIÉN A 90 MILLAS”. Sin pensarlo mucho tomó su decisión – Pa´l Paraíso por supuesto.
Por la avenida transitaban a toda velocidad los ángeles conduciendo sus nubes de último modelo, esas que no hacen ruido y consumen poco. El Hombre sacó su mano pues estaba convencido de que no hay un ángel capaz de negarse a dar una botella, y se equivocó...
-¿Me pudiera llevar hasta el Paraíso?.
- Los viajes hasta el Paraíso son a diez pesos.
Dejó irse la primera nube, así siguió durante las próximas 4 horas y como ya no le quedaba ánimo para seguir insistiendo tomó su decisión: Pagó diez pesos. Los anuncios al lado de la carretera inundaban su mente con los productos del más allá: "Fume Angelanos Únicos desde 1492, Visite Las Playas de Verdadero..."
Así arribó al Paraíso lleno de ilusiones. Tal y como había imaginado y como había leído en la Biblia, en el Paraíso había un gran HOTEL (sí, HOTEL con mayúsculas) con doce grandes puertas custodiadas por unos ángeles de al menos siete pies de estatura. El Hombre se encaminó hacia la recepción y allí estaba una ángel rubia de ojos verdes, que solamente se le hubiera ocurrido pudiera existir en sus sueños y que con la voz más dulce que se hayan podido imaginar le preguntó:
-¿ Nombre...?
Y continuó sucesivamente, Carnet de Identidad, color de los ojos, estatura, edad, color de las medias... Así durante aproximadamente una hora hasta que hubo llenado el equivalente a un tomo de la Enciclopedia Británica.
- Espera un ratito que voy a preguntarle a Dios si tienes reservación en el Paraíso.– se trataba nada menos que de la mismísima secretaria de Dios.
Esperó una hora, dos, ...., varias horas entonces se le apareció la rubia que lo miró de arriba a abajo y le dijo:
- Lo siento mi chini pero Dios en persona dice que tú no estás entre los que les toca la entrada hoy y hay resoluciones ministeriales a las que ni el mismo puede apelar.
-¿Y no tengo otra alternativa?
- Bueno puedes llegarte hasta el Infierno que allí puede ser que te tengan registrado, a cada rato se nos traspapela un alma. Un caso sonado fue cuando dejamos entrar a Jack el Destripador, hubo que dar disculpas y todo.
El Hombre cabizbajo continuó su camino, no se le había ocurrido que su destino fuera terminar en el Infierno, a la verdad que ya se sentía incomodo con la idea pero si se había decidido a convoyarse con La Muerte ya no le quedaba otra opción que llegarse hasta allá.
Llegó al Infierno todo molido y se encontró como en las películas del Oeste cuando te asaltan la diligencia y te dejan en medio del desierto. El Infierno estaba hecho con cartón tabla y otros materiales reciclados, trillos llenos de zanjas en las que se realizaba la superproducción de mosquitos (sin contar el olor), no había ni gas, ni electricidad, ni un largo etcétera. Pero a pesar de todo sobresalía la morada de Satanás, una mansión evidentemente construida sobre la base del desvío de recursos.
Lo recibió una trigueña que lo convenció de que los jefes si saben (y pueden) escoger.
- Vengo porque me dijeron que podía ser que me tuvieran registrado por aquí.
-¿Trajiste el formulario que te hicieron en el Paraíso?
- No
- Entonces comencemos, Nombre...
Y le llenaron un tomo y medio de la Enciclopedia. - Espérate aquí un ratito.- Bueno, la realidad es que comprendió enseguida porque lo otro era el Paraíso, si allí esperó unas pocas horas en el Infierno había toda una política de peloteo que podía extenderse por varios meses, incluso años y los récords de demora eran celebrados a bombo y platillo en los aquelarres, en los cuales se repartían condecoraciones por los trámites más lentos.
Pero tuvo suerte porque por alguna razón se dieron cuenta enseguida (a eso de las siete horas) de que La Muerte había cometido un error. Se había llevado al que no le tocaba. Salió Satanás en persona:
- Compañero. Lamentamos informarle que ha ocurrido un error en su caso y que se tomarán las medidas pertinentes, ha sido una falta gravísima de la compañera Muerte, que será reflejada en su bonificación en divisas de este mes. Pero por factores objetivos y subjetivos, usted en persona debe realizar la gestión de verla y exigirle su inmediata devolución al mundo de los vivos. Aquí tiene un documento firmado por Sus Majestades Infernales que certifica la necesidad de su inmediato retorno al otro lado del Abismo.
El Hombre continúo su camino en busca de La Muerte e iba decidido a decirle que no la quería ver más en un largo tiempo y que según el artículo A de la resolución Nro. 72 del año en curso, cuando le tocara, tenía que avisarle con una semana de antelación en original y dos copias. |