Daniel encendió el “lucky” tan descuidadamente como años de practica lo hacían posible. Coqueteaba con la botella de etiqueta negra que desde la repisa hacia notar su discreta pero implacable presencia.
“Al diablo con esto” dijo finalmente mientras alargaba el brazo para alcanzar la equilátera botella y acto seguido, romper el sello que cubría la tapa de latón.
Se sirvió tres dedos, solo, sin hielo, como hacia siempre que su objetivo final era emborracharse. Aplaco el “lucky” en el cenicero, para luego comenzar el despiadado ataque al ahora indefenso escocés; Casi inmediatamente los recuerdos empezaron a brotar del lado oscuro de la memoria; aquellas ahora distantes tardes de frenéticos paseos bajo la lluvia, aquellos soles que tantas veces contemplaron juntos mientras se apagaba el día.
“El amor embriaga mas que el vodka” pensó Daniel, mientras se sacudía las primeras lagrimas que empezaban a despuntar de sus ojos.
La recordaba como si estuviese allí, con sus alegres aretes multicolores, su sonrisa limpia y encantadora, y aquella mirada tan exquisitamente fulminante que era simplemente imposible prendido en ella.
Murmuro su nombre entre labios,
La marejada de recuerdos continuaba llegando,
La curva de su cuello tan pequeño y tan perfecto,
Su fiero cabello rojo;
“Me duele tanto quererte” ella le dijo un día que navegaban en el estanque del “Retiro”; perplejo ante tal afirmación, Daniel paro de remar
“¿Qué quieres decir?”
Se acerco y lo beso en la frente
“Nada, ¿vez como me pones?, a decir disparates, así me estoy de loca por ti”
Daniel sonrió amargamente, pudo comprender que algo andaba mal, pero, por mas que discretamente indago no pudo averiguar que pasaba.
Ya las lágrimas bañaban abiertamente sus mejillas,
“Y se fue…” suspiro mientras exhalaba la calada de un nuevo “lucky” entre sus labios.
Fue un febril 14 de junio, siempre recordaría aquel día;
“Me voy queriéndote mas que nunca” fue lo único que dijo ella,
el pregunto, lloro e imploro;
Pero de sus labios amargos no salio sino un último y largo “adiós”
Oyó sus pasos mientras se alejaban,
Allí en ese momento comenzó a ser de profesion infelíz,
Por todos lados la busco; en cada esquina esperaba y ansiaba encontrarla, para pedirle perdón, para sacar de si todo ese amor que lo mataba,
Para asfixiarla a besos,
Pero nunca sucedió.
“¿Y como se llamaba?” pregunto una voz altamente alcoholizada.
“¿Para que?” dijo el,
“su nombre no te diría nada”.
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